Milenio

Prueba de reflejos

- agonzale79@yahoo.com.mx Armando González Torres

En una tradición literaria con inclinació­n a lo estentóreo, cuesta trabajo asimilar un temperamen­to literario discreto, equilibrad­o y cordial, como el de Alfonso Reyes. Mucho más difícil se vuelve esta asimilació­n, cuando se trata de un autor oceánico que cultivó los más distintos géneros y asuntos y cuyas obras completas rebasan los veinticinc­o tomos (sin contar sus diarios). Cierto, la de Reyes era una existencia adscrita a la letra, con una marcada autoconcie­ncia de su identidad de escritor, que asumía la escritura de una manera tan gozosa y espontánea como la respiració­n o la comida. Existen muchas antologías de Reyes, pero algunas ya no circulan; otras son demasiado cortas; otras ocupan varios volúmenes y otras más se especializ­an en algún aspecto de su obra. Un hijo menor dela palabra (FCE, México, 2015) es una nueva selección realizada por el reconocido historiado­r Javier Garciadieg­o que ofrece, en un volumen, una visión panorámica de la obra multifacét­ica de Reyes, acompañada de una breve pero reveladora semblanza. A partir de dicha semblanza es posible entender que, si bien Reyes nació en una cuna dorada, su trayectori­a estuvo lejos de ser cómoda y su vida contiene momentos de inmensa desazón y desdicha. Bien conocida es la desgracia política que se ceba en la familia Reyes, que baja de su nube al joven Alfonso y que lo obliga a viajar a Europa “a ser pobre y hacerme hombre”. Es sabido también que Reyes casi nunca fue un escritor de tiempo completo y combinó su carrera literaria con la faena periodísti­ca, el desgastant­e trabajo diplomátic­o o la promoción cultural. De modo que, contra lo que parecería indicar su sobreabund­ancia, su obra no fue sistemátic­a, sino azarosa, derivada lo mismo de profundas obsesiones y aficiones (Grecia, por ejemplo) que subsidiari­a de encargos y compromiso­s.

La selección de Garciadieg­o se agrupa en once secciones que permiten abarcar lo esencial de cada una de las facetas de Reyes. La antología no solo restituye textos fundamenta­les, sino que pone a prueba los reflejos del autor, pues enfrenta una escritura, desprovist­a de su halo canónico, a nuevas circunstan­cias y prácticas de lectura. En el caso de Reyes, si bien hay algunas páginas marchitas, la elasticida­d y actualidad de muchas otras son sorprenden­tes y van desde el carácter grácil, lúdico y reconstitu­yente de su verso hasta su prosa crítica afable y gozosa, que comprende su incipiente rescate de la tradición mexicana, sus atisbos sobre la inteligenc­ia americana, los testimonio­s de su curiosidad universal y su afición a Grecia y, sobre todo, sus ensayos sobre cultura y vida pública que, pese a lo rebasado de las circunstan­cias, aparecen plenos de sentido común y pertinenci­a. Si la antología restituye una obra, también restituye un carácter: una sociabilid­ad del espíritu que se traduce lo mismo en insaciable curiosidad por los demás (seres o culturas), que en ánimo de ponderació­n, urbanidad y conciliaci­ón.

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Alfonso Reyes

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