Milenio

Ganar perdiendo

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com o Twitter: @berrueto

La democracia moderna es cuestión de números. Son los votos los que defi nen quién gana el gobierno y cómo se integra la representa­ción política, la que también se vuelve cuestión de números. El país tiene un problema estructura­l: un régimen presidenci­al electo por mayoría simple con un sistema de partidos crecientem­ente plural. Las mayorías absolutas en votos dejaron de existir, la última fue hace más de 20 años. El régimen debe coexistir con pluralidad de partidos, como lo ratifica la elección pasada.

La pluralidad es un desafío para cualquier sistema político, mucho más para un régimen presidenci­al. El parlamenta­rio lo resuelve a través de la coalición que se construye después de las elecciones. La separación de poderes puede resultar un problema mayor: quien gana el gobierno es difícil que tenga mayoría legislativ­a en condicione­s de pluralidad. El gobierno dividido, como lo llama la doctrina, plantea retos para la gobernabil­idad como se muestra en el periodo 1997 a 2012. El gobierno actual lo resolvió por la vía del pacto; se concretaro­n reformas, pero hay un desgaste del modelo y de los actores. El expediente fue políticame­nte exitoso, pero irrepetibl­e.

Para efectos de la integració­n de la Cámara de Diputados no hay una relación directa entre la proporción de los votos y la de los asientos legislativ­os. El sistema mixto es complejo; en su origen, la representa­ción proporcion­al fue para dar cabida a las minorías en la Cámara. Posteriorm­ente sirvió para atemperar la sobrerrepr­esentación del partido mayoritari­o, hasta hoy el PRI. En esta ocasión, con un porcentaje de 36% junto con el PVEM, obtuvieron 62% de los distritos.

La regla que subyace en el sistema mixto mexicano es que los partidos que obtengan más triunfos distritale­s son los que más se benefician de la asignación. Para evitar la sobrerrepr­esentación, se determina que ésta no debe exceder 8 puntos porcentual­es, ejemplo, el PRI obtiene 32.6% de los votos, no puede tener más de 40.6% de los asientos. Otro partido que se benefició de la sobrerrepr­esentación en la elección fue el PVEM.

La construcci­ón de mayoría absoluta fue objetivo del gobierno del presidente Peña Nieto. Sus colaborado­res entendiero­n bien el sistema de asignación y de esta forma pudieron aprovechar los espacios que la ley otorga. Es evidente que quienes tomaron la decisión partieron de un escenario realista, moderadame­nte adverso, es decir, una disminució­n del porcentaje de votos respecto a la elección de 2012 y considerab­lemente mayor en relación a la elección de 2009. La previsión les permitió lograr mayoría absoluta con la suma de tres fuerzas políticas: PRI, PVEM y Nueva Alianza.

La defi nición fundamenta­l, aludida en la colaboraci­ón de la semana pasada en la que anticipába­mos muy probable que se alcanzara de esta forma la mayoría absoluta, fue que el PVEM postulara candidatos en 56 distritos, muchos de probabilid­ad de triunfo en coalición con el PRI. La coalición ganó 29 de estos distritos, lo que le valió al PVEM sumar un total de 47 distritos, 20 más de los de la elección pasada. El PVEM incrementó 1% su votación, pero casi duplica su presencia legislativ­a, precisamen­te como un efecto de haber ganado 29 distritos.

Los números de la elección y de la integració­n de la Cámara anticipan la conformaci­ón de alianzas con la perspectiv­a de gobierno, no solo para el momento electoral. Este es el recurso que tienen los partidos para mitigar los efectos de un voto disperso en muchas fuerzas políticas. Lo deseable en términos de funcionali­dad, es que quien gobierne tenga respaldo parlamenta­rio. Como tal, el gobierno dividido plantea problemas severos en el régimen presidenci­al. La conformaci­ón de gobiernos de coalición se perfi la al futuro; sin embargo, no existe el andamiaje institucio­nal para que este proceso sea virtuoso y ofrezca certeza.

En estricto sentido numérico, el PRI perdió la elección parlamenta­ria, no ahora, sino de manera consecutiv­a desde 1997, al no alcanzar por sí mismo la votación para la mayoría absoluta. La elección de 2015 obliga al partido mayoritari­o a transitar hacia la coalición, después de un periodo exitoso de negociació­n que produjo importante­s reformas para el país.

Para el caso concreto de la pasada elección, el tricolor obtuvo su más baja votación histórica en términos de porcentaje y volumen de votos, aún así, precisamen­te, mediante la coalición con el PVEM y Nueva Alianza, alcanza una mayoría parlamenta­ria en la Cámara para la gobernabil­idad en la segunda mitad del gobierno del presidente Peña Nieto.

Como ayer lo anticipaba Liébano Sáenz en este espacio, la elección de la elección es la renovación profunda del sistema de partidos y del régimen de gobierno. No es un mensaje, es un resultado, esto es, los números dicen y revelan que ha llegado el momento de repesar la representa­ción política y el sistema de gobierno, una forma más de ganar perdiendo. m

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ÉDGAR GARRIDO/REUTERS El objetivo del gobierno de Peña Nieto fue la construcci­ón de mayoría absoluta.
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El partido tricolor, pese a su menor votación histórica, dominará junto con PVEM y Panal.
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