Milenio

¿Hace cuánto que no oyes de Ciudad Juárez?

- FERNANDA DE LA TORRE

De lo peor puede salir lo mejor”, me dice Juan Sebastian, quien recién había terminado de cocinar una paella para más de 200 personas. Originario de Ciudad Juárez, abogado con una exitosa práctica profesiona­l, aportó sus dotes culinarias en un evento para recaudar fondos para la orquesta infantil de su ciudad.

Durante los años violentos de Ciudad Juárez, Juan fue testigo de cómo partían sus familiares y amigos. Desesperad­os por alejarse de la violencia, más de 800 mil personas emigraron; 400 mil de ellas, a El Paso, Texas. Fueron tiempos difíciles. Muchas familias se fueron dejando todo atrás. Las casas se quedaban puestas, ya sea por la urgencia de huir de la violencia o la ilusión de regresar pronto. Este abandono empezó a crear zonas “fantasma” en algunos puntos de la ciudad.

Una de las 400 mil personas que emigraron a El Paso, fue Adriana, madre de tres hijos, quien no había vuelto a poner un pie en la ciudad que la vio nacer desde el día que se fue, cinco años atrás. “No me atrevía a venir por mis hijos”, me comenta, “no quería dejarlos huérfanos. Soy su único sustento. ¿Sabes? A veces pensaba que exageraba, pero solo se necesita que te toque una bala para que mueras y aquí había muchas (…) Ahora todo se ve diferente”.

Desafortun­adamente Adriana no exageraba. En marzo de 2012, Ciudad Juárez fue considerad­a la urbe más peligrosa del mundo por William Brownfield, subsecreta­rio de Estado para el narcotráfi­co internacio­nal de Estados Unidos. Esa ciudad, que alguna vez dio refugio al Benémerito de las Américas, encabezaba desde 2008 la lista de las urbes más peligrosas del mundo.

Fui a Ciudad Juárez junto con un grupo por invitación de mi amigo Juan Carlos Limón, originario de ese lugar. La pasión que siente por este sitio es contagiosa. Habla orgulloso de su historia y sus edificios. Emocionado nos muestra los secretos y recovecos de la ciudad en donde creció y a la que vio sufrir. A pesar de estar satisfecho con lo que ve, Juan Carlos va por más.

Camino al concierto, hablamos de los cambios que encontramo­s en Juárez. No habíamos vuelto desde la inauguraci­ón del monumento de la “X”, que en su momento fue tan polémica y que hoy forma parte de la vida de los juarenses. Lo extraordin­ario de la ciudad es que después de haber sido más peligrosa que Irak, hoy es tan ordinaria como cualquiera. La gente camina tranquila bajo su paraguas para protegerse del sol, hay vendedores en ciertas esquinas, el tránsito fluye con normalidad y los restaurant­es y bares están llenos. Así como hace un tiempo Juan Carlos compartió su dolor, hoy nos comparte ese esfuerzo y esperanza.

Al igual que Juan Carlos, los habitantes de Juárez han hecho un esfuerzo y quieren que las cosas sigan cambiando. Saben que la violencia dejó mucho dolor y que no pueden quedarse con los brazos cruzados. La cena para recaudar fondos para la Orquesta Infantil, a la que asistí, es un buen ejemplo de los eventos que organizan. Javier y Cata, generosos, abrieron las puertas de su casa y se encargaron de la organizaci­ón. Otros se ocuparon de la logística y venta de boletos, y los que saben cocinar, como Juan Sebastián, sin ser profesiona­les, se esmeraron en hacer una espléndida paella.

Los niños y jóvenes de la Orquesta Esperanza Azteca hicieron su parte. Tocaron y cantaron con el corazón, orgullosos y emocionado­s. Muchos de ellos no habían visto un instrument­o musical antes de ingresar al grupo. Uno de los integrante­s de la orquesta se va a Suiza con una beca para estudiar música, otros continuara­n a nivel amateur. Más allá de la música (y miren que tanto la orquesta como el coro suenan muy bien) ese proyecto ha formado buenos ciudadanos. Una de las integrante­s relató el cambio que sido para ella estar en la orquesta. “Llegó cuando más la necesitába­mos. La violencia me quitó mi infancia y a mi familia, pero gracias a la orquesta tengo ahora una familia de 170 personas”.

En Ciudad Juárez hay ya dos orquestas infantiles­juveniles y van por la tercera. Además de las orquestas, ahora que la pesadilla quedó atrás, hay planes para renovar edificios emblemátic­os como el Cine Victoria y hacer un centro cultural con un espacio escultóric­o. Proyectos que quiero ver crecer y de los que les iré contando en su momento. Juárez y su gente inspiran. La han pasado mal, muy mal, y han logrado darle la vuelta a su tragedia. Al igual que otras ciudades como Tijuana y Monterrey, alienta porque demuestra que aunque por momentos parezca imposible erradicar la violencia, es posible cambiar.

Hace tiempo que no hay noticias de Juárez porque está bien… y va mejorando. Dicen que las buenas noticias no son noticia. No lo sé. Lo cierto es que los cambios en Ciudad Juárez son dignos de compartirs­e. m

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