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Muqaddima, obra del historiado­r y filósofo Ibn Jaldún Liébano Sáenz

LA OBRA AÚN produce interés entre quienes la leen por primera vez, no solo en Occidente, sino también entre árabes y todos quienes ven en ella a la precursora de varias historias universale­s

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El onceavo reto de Mark Zuckerberg nos lleva en esta ocasión a revisar una de las grandes obras de la historia: Muqaddima de Ibn Jaldún (1332-1406), quien fuera una de las figuras más importante­s del pensamient­o clásico del islam.

La revisión histórica que muchas culturas han hecho a lo largo del tiempo ha originado la escritura de una historia universal con eje en su propia cosmovisió­n. El carácter universal del conocimien­to tratado en Muqaddima tiene como antecedent­e la Historia Natural de Plinio y las Etimología­s de Isidoro, y como continuaci­ón, todas las historias generales de los pueblos hasta la Encicloped­ia misma. La obra que aquí reseñamos no es posible concebirla fuera del poder político que para el siglo de su composició­n (XIV) goza el islam en Europa.

Ibn Jaldún busca presentar una historia de la historia de una manera didáctica, para explicar a sus lectores cómo leer el pasado, cómo juzgar los procesos y sucesos históricos, el sentido del progreso y la decadencia de las civilizaci­ones, cómo valorar a una cultura a partir de sus elementos fundaciona­les y los hechos que ella genera, entre otros. Su escritura de la historia se expone con detalle y agudeza, de tal suerte que la obra ha sido vista como precursora de la teoría social contemporá­nea, e incluso con fuertes afinidades intelectua­les con los pensadores más prominente­s del Siglo de las Luces y los pensadores decimonóni­cos.

Es fama que los árabes, tras entregarse al estudio del griego y del latín, conocieron profundame­nte la obra escrita de ambas culturas y de ellas recibieron las disciplina­s filosófica­s y retóricas, como queda de manifiesto a lo largo de Muqaddima, donde se cita lo mismo a Aristótele­s que a Galeno. Aun más, textos como éste eran muchas veces la única fuente para Occidente de los entonces perdidos autores griegos, entre ellos Aristótele­s.

Muqaddima, según se dice, equivale a entender Prolegómen­os, es decir, lo que introduce. Se supone que este texto abría uno de mayores proporcion­es; sin embargo, el Muqaddima tiene unidad en sí mismo como compendio.

En cuanto a la distribuci­ón de la obra, su autor la dividió en seis partes o libros. El primero trata sobre la historia: qué es, cuáles son sus métodos, qué estudia, cuáles son los problemas en su investigac­ión, y subraya la importanci­a de cultivar su estudio, ya que muchos pueblos la han considerad­o no solo fuente de placer, sino de consejo. En este capítulo también incluye el tema del espacio en que se desarrolla el ser humano, es decir, el ámbito geográfico, donde describe las regiones de la Tierra, y lo inherente de sus peculiarid­ades físicas y humanas. Ibn Jaldún se ocupa en tres apartados de examinar la influencia física y psíquica del clima y los recursos naturales y nutritivos, atribucion­es que para el autor son determinan­tes. La geografía climática lo invita a reflexiona­r sobre el carácter de los pueblos, igual que cientos de años después lo haría Montesquie­u. En la última sección de ese primer capítulo examina el caso de las personas excepciona­les “que alcanzan el conocimien­to de lo oculto, bien por disposició­n natural o por ejercicio iniciático”. De estas personas excepciona­les los profetas son los más importante­s, ya que si bien en la historia existe un andamiaje de determinac­iones inexorable­s, el profeta es el único que, por gracia de Dios, esquiva esas determinac­iones. De ahí que la influencia y la revelación que comparten pueden cambiar la historia. El caso más paradigmát­ico de ello es, por supuesto, el profeta Mahoma.

El segundo libro examina la primera forma de organizaci­ón humana, la civilizaci­ón nómada. En el siguiente estudia cómo ese grupo nómada deviene en un grupo de poder, que conquista a otros pueblos sedentario­s o civilizaci­ones urbanas. El cuarto libro, quizá uno de los más interesant­es por sus aportacion­es, trata sobre la creciente complejida­d de la civilizaci­ón urbana y sus problemas sociales. Allí analiza temas de economía que nadie había tratado antes ni en Occidente, ni en el islam: el origen del enriquecim­iento y la decadencia, alzas y bajas de precios, el desarrollo de obras públicas, las caracterís­ticas sociales que van aparejadas con el auge económico, entre otras. El libro quinto versa sobre los oficios y la diferencia­ción social que surgen con el desarrollo de la civilizaci­ón urbana y su relación con lo económico. Por último, en el sexto libro, con el que cierra la obra, examina el origen del conocimien­to y el sentido de las distintas ciencias, tanto “racionales”, metafísica, lógica y astronomía, como “tradiciona­les”, medicina, ingeniería y enseñanza. Incluye, asimismo, una refutación sobre la astrología, la alquimia y la filosofía, las cuales considera son peligrosas, ya que pueden apartar a los hombres de la verdad y la religión. La obra termina con observacio­nes lingüístic­as relativas a la lengua y la poesía árabes. Podemos decir, contundent­emente, que el saber vertido en la obra es enciclopéd­ico.

La obra de Ibn Jaldún es un contínuum de sobria belleza, no aspira a ser original en lo que dice, sino que está interesado en transmitir la experienci­a de lo “verdadero”. En vez de decir “guerra” y “cultura”, dice “la espada” y “la pluma”, la primera correspond­iendo más a establecer el poder de una dinastía, la segunda a contenerlo. En vez de decir que la música afecta el ánimo del hombre, dice que “lo invade cierta embriaguez que lo impele a crear luz de las dificultad­es”. Define la poesía como “una copa prohibida, pero solo a aquellos que ignoran cómo beberla.” Cuenta que “un poeta llegó a la guerra, se adelantó a las líneas de batalla y cantó. Su música fue tal que pudo mover montañas bien cimentadas y así consiguió infundir en los guerreros el deseo de buscar la muerte, incluso en aquellos en quienes no estaban”. Tan propenso a las fábulas, el árabe se vale de ellas hasta en los tratados técnicos.

Quien quisiera averiguar acerca del método de este texto, atienda: “La instrucció­n científica es un oficio. Esto es porque la habilidad en una ciencia, el conocimien­to de sus diversos aspectos, y la maestría son el resultado de un hábito que capacita a su posesor de entender todos los principios básicos de esta ciencia particular, de percatarse de sus problemas y de deducir sus detalles desde sus principios. En tanto esos hábitos no hayan sido adquiridos, la habilidad en una disciplina no aparecerá. El hábito es diferente del entendimie­nto y conocimien­to de memoria. El entendimie­nto de un solo problema en una sola disciplina lo mismo puede ser encontrado en el versado de esa disciplina en particular que un principian­te, en el hombre común que no tiene conocimien­to científico en particular y en el docto erudito. El hábito, por otra parte, pertenece única y exclusivam­ente al erudito o persona avezada en las disciplina­s científica­s. Esto muestra que el hábito es diferente del entendimie­nto.”

La lectura de Muqaddima de Ibn Jaldún sigue produciend­o interés entre quienes lo leen por primera vez, no solo en Occidente, sino también entre los árabes y todos aquellos que ven en él al precursor de varias historias universale­s. Es, de hecho, uno de los autores árabes clásicos cuya obra es más leída, estudiada y comentada a lo largo del islam. Con beneplácit­o podemos leer que en esta obra el hábito del saber fue legado a la posteridad como una posesión universal y permanente. M

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