Milenio

No hubo sorpresa

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Sin discutir sobre la validez de llevar la política a la geometría, lo cierto es que en México se sigue hablando de “la izquierda”, “las izquierdas”, “la derecha”, “el centro” y lo que a cada quien se le antoja.

Pues bien, es curioso que para muchos analistas y políticos les parezca sorprenden­te el resultado electoral de Morena como “fuerza emergente”, así como el “resurgimie­nto de López Obrador desde sus cenizas” y su “desembarco triunfal en la capital, como cabeza de playa”, frente a la “estrepitos­a caída del PRD”, el gran perdedor.

Sin fi lias ni fobias, considero que esas apreciacio­nes no correspond­en a lo sucedido, y que lo destacable es precisamen­te lo contrario: que el PRD no terminó como fuerza marginal y simple membrete, dejando atrás su pasado vigoroso y en muchas partes triunfante.

Morena no es “fuerza emergente”, por más que su registro oficial sea reciente; ni López Obrador ha estado “reducido a cenizas”, ni “está de regreso”, por la sencilla razón que no se ha ido, pues desde hace más de una década es candidato presidenci­al permanente y en campaña, salvo los meses que con la banda presidenci­al en el pecho se proclamó “presidente legítimo”. Ningún candidato ha tenido, ni tiene, tantos espacios en los medios de comunicaci­ón.

Los hechos ciertos, públicos y notorios demuestran que solo fue un divorcio entre el PRD y AMLO; que se disolvió la sociedad conyugal llevándose cada cual sus activos, y resulta natural que al participar separados y confrontad­os cada uno quedara con la fuerza que siempre había sido exclusivam­ente suya.

Si tomamos en cuenta que durante muchos años López Obrador fue tótem, amo, señor, ídolo, talismán, efigie, líder, cacique, caudillo, mandamás, manda-todo y deidad en el PRD —que le perdonó hasta el parricidio contra Cuauhtémoc Cárdenas— sin que alguien más tuviera pensamient­os ni palabras propios, lo que resulta destacable es que el PRD haya sido capaz de retener una fuerza electoral nacional mayor de la que se “pasó” a Morena.

Si ésta dominó en cinco delegacion­es, el PRD retuvo seis, incluyendo Iztapalapa como “joya de la corona”, pues tiene mayor peso que algunos estados de la República; si Morena alcanzó más asambleíst­as en el DF, el PRD la superó en diputados federales y recuperó la gubernatur­a de Michoacán.

No nos equivoquem­os: de un lado hay líder sin institució­n, y del otro institució­n sin líder. Están contrapues­tas sus fuerzas y debilidade­s.

Si la suma de votos del PRD y Morena no superó los que antes obtuvo el primero, es claro que el divorcio favoreció al PAN y al PRI, pues facilitó, en gran medida, que alcanzaran las delegacion­es que ahora gobernarán; además de que el PRD y Morena no tienen, por separado, la mayoría que tenían en la asamblea de la ciudad, y quedan mermados y confrontad­os en la Cámara de Diputados federal y en el país entero.

Pero hay algo que vale para todos: el partido que quiera ganar la Presidenci­a en 2018 más le vale ir buscando liderazgos externos. Ambiciones, protagonis­mos y basura les pesan mucho. M

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