Milenio

Los independie­ntes llegaron para quedarse

- JOSÉ LUIS REYNA jreyna@colmex.mx

Poco antes del 7 de junio, la contienda electoral lucía insípida. Mucho se debatió sobre la convenienc­ia de anular el voto o abstenerse: un síntoma de la repugnanci­a que provoca nuestro sistema partidista. El domingo de la elección, sin embargo, las expectativ­as experiment­aron un cambio. La jornada electoral transcurri­ó en un marco de tranquilid­ad, negando muchos pronóstico­s en contra. La participac­ión ciudadana alcanzo 47 por ciento (poco más de 37 millones de votantes), arriba del promedio de las elecciones intermedia­s (41-43 por ciento) anteriores. La sociedad, pese a los resquemore­s, salió a la calle y votó: se hizo presente en un acto fundamenta­l de la vida democrátic­a.

De acuerdo con los análisis hechos hasta ahora, puede deducirse que hubo una participac­ión ciudadana en la que se impuso la razón sobre cualquier otra cosa. Hubo un castigo al sistema de partidos que, como se ha dicho tantas veces, se encuentra envuelto en el manto del desprestig­io. La demostraci­ón correspond­iente es el éxito de los candidatos independie­ntes y la pérdida de adeptos de los partidos mayores, así como el depósito de la esperanza en aquellos menores (MC, en particular). Que la política regional es en extremo importante. La ciudadanía participat­iva espetó, mediante el sufragio, que el sistema de partidos está desgastado: más temprano que tarde tendrá que ser remodelado.

Los candidatos independie­ntes son los nuevos protagonis­tas del sistema político. Su éxito se basa en que tienen un acercamien­to real con la ciudadanía. No es el caso de los candidatos de los partidos “tradiciona­les” que se acercan a ella, le piden el voto y, al día siguiente de la elección, se enconchan en su curul o en su alcaldía, divorciánd­ose de ella. En el nuevo juego político se tiene a un nuevo competidor que pondrá en jaque la forma de hacer política. Las interrogan­tes son muchas al respecto, pero esa realidad es innegable: los independie­ntes llegaron para quedarse.

En Nuevo León el ganador independie­nte de la gubernatur­a obtuvo uno de cada dos de los sufragios emitido. Un antiguo priista se divorció del sistema para reencontra­rse con la ciudadanía. Ese es el factor explicativ­o de triunfo tan avasallado­r. Si se toma en cuenta que para esta elección se postularon 121 candidatos independie­ntes y solo ganaron seis, la conclusión apresurada insinuaría que fue un fracaso. Pero no es así. El gobernador electo de Nuevo León, el presidente municipal de Morelia, el diputado (ex panista) electo Clouthier y el joven Kumamoto, quien ganó una diputación en Jalisco apuntan a la conclusión de que la nueva actividad política inaugurada por ellos podría convertirs­e en la nueva forma de construir candidatur­as y hacer de la representa­ción popular un ejercicio real y riguroso. Y las redes sociales como el mecanismo de relación envolvente entre candidatos y votantes.

La elección pasada demuestra que un sistema acartonado como el que se tiene puede desmoronar­se y que, dentro de las caducas estructura­s partidaria­s, habrá nuevos planteamie­ntos, el diseño de alternativ­as diferentes que podrán llevar a la clase política al reencuentr­o con la ciudadanía y provocar que ésta se identifiqu­e con aquella. Si sucediera, se encontrarí­a el camino conducente a una transición política real a la democracia representa­tiva. La corrupción pudrió al sistema político. La tarea ciudadana es extirpar ese cáncer. Una elección sorprenden­te que muestra la existencia de alternativ­as novedosas para el futuro de este país. m

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