Cartel Land
Ojalá el documental del director, productor, editor y cinematógrafo Matthew Heineman llegara pronto a México, pero lo dudo. El filme es un vistazo al quehacer de dos grupos de vigilantes que dicen haberse armado para combatir a los cárteles en lugares donde el Estado está ausente. El de la frontera norte, Arizona’s Border Recon, liderado por Tim Foley, es un grupo armado con equipo militar de punta que caza y entrega a la Border Patrol a los indocumentados que cruzan el desierto de Arizona guiados por polleros controlados por los cárteles. Foley dice buscar parar los paquetes con droga que supuestamente cargan algunos migrantes, aunque casi la totalidad del narcotráfico sur-norte se lleva a cabo por puertos de entrada convencionales y no a lomo de mula humana. El otro, cubierto más extensamente que el anterior, es la historia del Doctor Mireles y la lucha de los autodefensas contra Loscaballeros templarios.
Sin narrador ni voces en off para adjetivar, o reporteros superestrellas entrevistando a los malosos a modo de querido diario, el espectador ve y oye lo mismo que la cámara, donde la edición consiste solo en la elección de la secuencia de las viñetas. El material, con una crudeza que pone la carne de gallina, nos retrata muy de cerca el sufrimiento de los michoacanos ante la inoperancia del estado de derecho como pocas veces antes. Si bien abre en un tono de héroes contra villanos, muy pronto se adentra en los incómodos territorios grises propios de la realidad: Mireles pidiéndole a sus muchachos que no abusen, que no allanen y roben casas como hacen sus enemigos, para luego ordenar el asesinato y la desaparición de un supuesto templario porque, cuando lo entregaron ellos a la policía, fue soltado a los pocos días. Papá Pitufo y sus chicos poniéndose orgullosamente el uniforme de rurales a las órdenes de Alfredo Castillo, quien da un sentido discurso señalándolos como nuevo brazo de la ley, seguido de la detención de un tipo acusado de conducir un coche parecido a uno que antes había hecho disparos, para ser llevado ante los ojos de su familia, pistola a la cabeza, a un centro de tortura extraoficial. Un grupo de sujetos en la oscuridad de una noche en despoblado, instruidos en el arte de cocinar metanfetaminas por unos gringos enviados ex profeso, se revelan en plena cocinada, además de como autodefensas, como miembros de Los viagras, pasando a decir que, si no ellos, alguien más fabricaría las drogas.
Lo único que no me cuadra es cómo Heineman obtuvo el material. La duda no es retórica: por menos de la mitad de lo expuesto en Cartel Land han torturado y asesinado a no pocos colegas en México. m