Milenio

La izquierda ya estaba dividida

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Para que la izquierda esté unida se requiere que haya líderes dispuestos a ceder en su ego y protagonis­mo, por no decir en sus visiones políticas específica­s. Como sucedió en 1982, cuando los dirigentes del Partido Comunista aceptaron fusionarse en una organizaci­ón mayor llamada Partido Socialista Unificado de México (PSUM), o en 1988, cuando el ingeniero Heberto Castillo aceptó integrarse al Frente Democrátic­o Nacional, encabezado por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. La creación del PRD fue un subproduct­o de esas conformaci­ones políticas y se entendía que era un compuesto de muchas posiciones y tendencias ideológica­s y políticas. Nadie podía pretender en su sano juicio que esa organizaci­ón era un todo unificado; había ex comunistas, ex pemetistas, ex socialista­s, pero sobre todo ex priistas. Muchos que se le unieron después serían inicialmen­te sus acérrimos enemigos, como Manuel Bartlett, quien fue protagonis­ta de la caída del sistema en 1988; Manuel Camacho Solís, quien operó el repunte del PRI en las elecciones de 1991 y permaneció en dicho partido hasta 1994, cuando el dedazo no lo favoreció, y su pupilo Marcelo Ebrard, quien lo acompañó a todos lados desde las juventudes priistas. Todos ellos tuvieron algo en común: fueron apadrinado­s para entrar al PRD, formal o informalme­nte, por Andrés Manuel López Obrador.

El movimiento de integració­n de la izquierda se terminó en el momento en que Andrés Manuel López Obrador asumió el liderazgo del PRD. A partir de allí, comenzó la desintegra­ción de la izquierda. El problema central fue y sigue siendo el sectarismo, la prepotenci­a y la soberbia. Un ejemplo: en las elecciones de 2006, la candidata del Partido Social Demócrata (PSD) trató de acercarse a AMLO, entonces candidato a la Presidenci­a, para negociar su eventual declinació­n y apoyo. López Obrador ni siquiera la recibió. Al final, el PSD obtuvo 2.7 por ciento de la votación y AMLO perdió por menos de 0.4 por ciento. En suma, la soberbia y el sectarismo de López Obrador significó la derrota de la izquierda en México. Para 2012, nuevamente los dirigentes del PRD lo apoyaron hasta el final. Luego de usarlos, AMLO se fue a crear su propio partido, obviamente criticando y a expensas del PRD. O sea que, además de todo, desagradec­ido.

En resumen, López Obrador es la causa principal de que la izquierda esté dividida y de que, por lo mismo, no tenga mayores triunfos electorale­s. Para avanzar en una nueva construcci­ón de la izquierda, el PRD y otros partidos tendrían que olvidarse de él y dejarlo en el sectarismo y la marginació­n política en la que él mismo se ha recluido.

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JORGE MOCH
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