Hasta la última gota de sudor…
La Copa América, el torneo internaciones más antiguo del mundo, evidenciando que las distancias futbolísticas se acortan cada día más y que al arbitraje le urgen capacitación y tecnología, para ayudar a los hombres de negro a tomar decisiones acertadas en un entorno dominado por el truco y la simulación.
Le correspondió al argentino Néstor Pitana, quien demostró que tiene mucha cancha y ello le bastó para sacar adelante el compromiso. Le alegaron el penal favorable a los chilenos, pero el jalón existió y aunque dejó un tufillo localista, Ecuador no puede alegar que perdió por el arbitraje.
Le tocó el paraguayo Enrique Cáceres a quien las jugadas en el área lo volvieron loco. Primero, se pide un penal de televisión por un supuesto jalón sobre Herrera que si se marcaran esos roces, los partidos acabarían 80-79. Luego Javier Aquino, pudiendo seguir la jugada, prefiere tirarse al césped al sentir un ligero contacto del defensor boliviano y a Javier Güémez si lo bajan gacho con una zancadilla que no apreció el silbante guaraní.
El nazareno venezolano José Argote. Este morenazo apareció en el cerrado duelo entre Uruguay y Jamaica, mostrando personalidad y mando. Las estrellas que concurren a este torneo sienten que les asisten derechos especiales. Tal es el caso de Edison Cavani quien se la pasó tirándose y protestando todo. Bien sobrellevado por el silbante.
Se jugó la primera mitad del encuentro entre Colombia y Venezuela. La cantidad de faltas, tendientes sobre todo a destruir el juego, le pasó de noche al señor Andrés Cunha de Uruguay. Esto resultó perjudicial para el cuadro que quería jugar y éste eran los cafeteros, sin embargo, mejoró para la segunda mitad. James Rodríguez, estrella colombiano, también se hizo notar solo para ser amonestado.
Pero poca facha demostró el juez que dirigió a Argentina en contra de Paraguay. Se trata de Wilmar Roldán, colombiano él, quien mordió el anzuelo que le tiró Ángel Di María al arrojarse sobre la pierna de Miguel Samudio. Luego no se atrevió a expulsar a Richard Ortiz por una plancha inmisericorde ni a marcar un verdadero penal de Paulo da Silva sobre Lionel Messi.
Roberto García Orozco le tocó el debut de Brasil ante Perú. Sobresaliente actuación que demuestra el buen nivel de los jueces internacionales de nuestro país. Amonestó correctamente a Neymar por retirar con la mano la espuma que marca la posición del balón. Seguramente repetirá.
Poder dirigir un encuentro adecuadamente cuando las estrellas que juegan en Europa vienen al torneo a quejarse de todo, protestar constantemente decisiones arbitrales y a fingir faltas y lesiones. Pese al descrédito en que ha caído la FIFA, urgen dos cosas: sanciones drásticas para los simuladores y auxilio tecnológico.
Me lo enseñó el López y se lo dedico al Herrera y sus huestes para el partido ante Chile: “Al grandote pégale abajo que la cabeza cae solita”.
Dos y hasta tres pensamientos me revoloteaban la cabeza en los agónicos minutos fi nales de la noche en Santiago. La primera: si Chile tuviera un “9”... La segunda: Los árbitros defi nieron el resultado del juego. Y la tercera: si México estuviera completo. Entre una irrealidad y otra podría estar la explicación al resultado del emotivo juego que anoche plantearon las dos selecciones.
Tras un primer tiempo de toma y daca, donde ambos aprovecharon fallas defensivas, México y Chile se habían combinado parea hacer seis goles sin que existiera, hasta ese momento, un ganador legítimo. Y en la recta fi nal del partido, Chile hizo lo que quiso con el balón en los últimos 30 metros. Generó, vía Alexis, Vargas, Valdivia y Vidal opciones claras de gol. Cuando no era el portero, era una mala defi nición y cuando no aparecía el banderín del juez de línea para anular de manera incorrecta los goles del equipo de casa. La conclusión de Sampaoli, el entrenador argentino de Chile, es que entre la falta de defi nición de sus delanteros y los errores arbitrales radicó el empate.
Pero hay un cambio de mentalidad que puede y debe aplaudirse en el equipo mexicano. Aunque debió haber perdido, México mostró una faceta competitiva. Está claro que los jugadores salieron con una mentalidad distinta. Que Miguel Herrera fue capaz de transmitir la desesperación y encausarla por una vía positiva al grupo: “Nos están diciendo de todo. Que no somos una selección de primera, que no servimos para nada, pero ustedes tienen el escenario ideal para cambiar ese pensamiento”, podría imaginarme que más o menos así fue el discurso del entrenador en los vestidores del Estadio Nacional y que a partir de ahí se generó un clima diferente en un equipo que salió al campo con determinación y con güevos.
La tercera reflexión nos conduce a preguntarnos qué hubiese sido del partido si México viene con su primer equipo. ¿Hubiese competido más? ¿Habría perdido? ¿Habría obtenido el mismo resultado? ¿Podría superar a los chilenos? Los “hubiera” no existen en el deporte.
México mostró un rostro competitivo, pero debió haber perdido ante Chile. Con lo que hay en este equipo, lo que falta o lo que sobra, alcanzará para competir. Y es que sigo pensando que contrario al mensaje de Miguel Herrera, este México no está para ganar ni para protagonizar en la Copa América, pero sí, para jornadas como estas, donde deja la última gota de sudor en la cancha. Los Blackhawks de Chicago lograron su tercera Stanley Cup en los últimos seis años y se levantaron como la mejor franquicia en la última década, al vencer 2-0 al Lightning de Tampa Bay para quedarse con la serie 4-2. Esta Copa Stanley celebrada por los Blackhawks fue especial, debido a que no la habían podido ganar en su ciudad desde 1938. Ayer rompieron 77 años de no coronarse en casa. Duncan Keith fue honrado como el Jugador Más Valioso de la serie.