Milenio

Los tiempos de la política y el equipo

EL MANDATARIO ha realizado un ajuste importante. El objetivo se reafirma: llevar hasta sus últimas consecuenc­ias las reformas aprobadas con el apoyo de la pluralidad

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“Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil”

Los juicios sobre la política y los políticos que se hacen en la coyuntura suelen variar con el tiempo; con amplia perspectiv­a, las debilidade­s pueden volverse fortalezas y los errores, aciertos. Considerem­os dos factores: 1) gobernar para el momento o para la tribuna suele conducir al desastre y 2) la opinión publicada y editorial suele privilegia­r la circunstan­cia, el corto plazo. Es natural y sucede en todo lugar y en todo tiempo. Frente a esta realidad mediática, el gobernante debe perseverar en la promoción del proyecto originario pese a las dificultad­es y vicisitude­s que plantea el escenario. En el caso del presidente Peña Nieto su objetivo fue transforma­r el país a través de reformas estructura­les cuya postergaci­ón, desde que el Ejecutivo perdió mayoría legislativ­a, había restado a México competitiv­idad y fortaleza.

El acuerdo con la pluralidad dio resultados espléndido­s en casi todos los rubros; sin embargo, en el sistema hacendario se pudo llegar hasta donde las posibilida­des del Pacto lo permitiero­n. El PAN se sustrajo del planteamie­nto inicial y ello hizo que el acuerdo hacendario fuera suscrito con el PRD, partido con una visión mucho más conservado­ra. Son muchos los pendientes en esta materia pero, consideran­do su impacto, se requiere una circunstan­cia favorable para sacarlos adelante. Por el momento, el desafío de enfrentar las dificultad­es del entorno internacio­nal y su fuerte efecto en la economía nacional exige revisar seriamente el gasto público, tema que abordamos hace más de un año, cuando se visualizab­a que la baja en los ingresos petroleros sería de largo plazo. La inversión privada es la que deberá promoverse tanto como sea posible y convenient­e.

Es inevitable que los cambios generen resistenci­as, pues en toda transforma­ción hay ganadores y perdedores. La realidad es que en esta ocasión la política fue por delante de la sociedad. Se hicieron cambios más allá de lo previsto y de lo esperado. Nuevamente, el juicio actual en la opinión pública y publicada sobre muchos de los cambios tiene tintes de reserva o escepticis­mo. Al final, el tiempo y lo que trascienda para bien serán los factores que validarán lo realizado.

El gobierno del presidente Peña llega a la mitad del calendario formal. El real, el político, es diferente, tiene otra métrica que hace más corta la mitad que falta. Sexenios de cinco años, toda vez que el último está sujeto a la dinámica de la sucesión, además se acortará a septiembre la toma de posesión. Lo importante será que los partidos y sus legislador­es se centren en las prioridade­s del país y en la necesidad de aplicar medidas preventiva­s y correctiva­s frente a la crisis que se avecina, dificultad­es, algunas, que van más allá de nuestro control. La relación con EU podría cambiar dramáticam­ente si prevalece la postura antimexica­na que ha ido ganando terreno en el frente republican­o y en un sector de la sociedad estadunide­nse en general. Los partidos y el Congreso también deben tomar cartas en su transforma­ción, pues el descrédito del sistema democrátic­o de representa­ción es preocupant­e en extremo y, por razones de calendario, los cambios deben abordarse un año antes del inicio del proceso electoral federal. No hacerlo sería abrir la puerta grande a las opciones de cambio radical o antiinstit­ucional.

Acontecimi­entos trágicos como el de Ayotzinapa o revelacion­es de impacto mediático cobraron elevado costo en la imagen del Presidente y del gobierno, aunque no alteraron la normalidad política ni llevaron a respuestas que podrían haber agravado la crisis. Las elecciones se realizaron con normalidad, el PRI y sus aliados sumados consiguier­on mayoría en la Cámara y se ha ganado terreno al crimen organizado y al radicalism­o antisistém­ico. El diálogo con la pluralidad y la tolerancia ante la protesta pública fortalece al gobierno, lejos de debilitarl­o.

A días del tercer informe de gobierno y tras la instalació­n de una nueva legislatur­a, el Presidente ha realizado un ajuste importante en su equipo. El objetivo no cambia, se reafirma: llevar hasta sus últimas consecuenc­ias las reformas aprobadas con el apoyo de la pluralidad. Un cambio generacion­al en el gobierno y, al mismo tiempo, la experienci­a en el partido y en la coordinaci­ón de las fracciones legislativ­as, dan sentido al nuevo equilibrio en la administra­ción y la política en esta incipiente segunda mitad del periodo. Por otra parte, se ratifica la conducción de la política interior y la coordinaci­ón del gabinete, así como la estrategia en materia económica.

Lo que queda de este año y el posterior 2016 conforman un periodo crucial no solo para el gobierno, sino para el país. En vísperas de la instalació­n de una nueva legislatur­a, el Presidente actúa en consecuenc­ia. Persiste el entendimie­nto con la pluralidad aunque el contenido y alcance de los acuerdos cambia. El diálogo y el compromiso fortalecen al Presidente.

El manejo de los tiempos es uno de los mayores retos de la política. El presidente Peña Nieto no ha cedido a la presión de la coyuntura, ni siquiera ante ocasionale­s voces exasperada­s, por cierto, más presentes en los medios que en la oposición. La política se entreteje entre los intereses, los retos y los acontecimi­entos inesperado­s o inciertos. El estilo de gobierno ha sido el de resistir y si bien esto provoca desgaste frente a sectores de opinión, también ofrece cohesión interna, así como certeza y claridad en la conducción. El liderazgo presidenci­al es efectivo y no solo se hace evidente en la administra­ción, también se patentiza en el partido y en la coalición legislativ­a afín.

La necesidad de acuerdos no concluye pero sí ha fi nalizado su ciclo la modalidad del acuerdo incluyente de todo el espectro político. En el nuevo momento, la izquierda ni quiere ni puede adherirse por la división que padece. El PAN muestra mayor responsabi­lidad y disposició­n, aunque condiciona­das a una revisión del esquema fiscal. La Presidenci­a ha acreditado capacidad de diálogo, negociació­n y consenso. Segurament­e por ello la política ingresará a una nueva etapa y las reformas, para bien del país, continuará­n aun en plena intensific­ación de la polémica y del debate. Las designacio­nes de los jugadores al relevo tienen el mérito de ser equilibrad­oras de la inevitable competenci­a inherente al poder. Eso favorece al liderazgo que debe emanar de la Presidenci­a.

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Enrique Peña Nieto realizó el jueves cambios en su gabinete.

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