Milenio

La amiga cercana de un asesino serial

- JOSÉ LUIS DURÁN KING operamundi@gmail.com www.twitter.com/compalobo

Aprincipio­s de los años 70 del siglo pasado, la señora Ann Rule entró como voluntaria a un grupo de ayuda por vía telefónica a personas que tenían en mente acabar con su vida. Ahí conoció a un joven entusiasta, comprometi­do con su labor, que más adelante sería director asistente del comité de Prevención del Crimen en Seattle.

El joven también sería el autor de un boletín que instruía a las mujeres sobre cómo reducir al máximo los riesgos potenciale­s de una violación. Y más aún: fue una de las promesas más sólidas en la política del estado de Washington.

Rule encontró en el grupo de ayuda un poco de alivio a la situación que en ese entonces vivía: la disolución de su matrimonio y la custodia de cuatro hijos.

En su libro The Stranger Beside Me, publicado en 1980, Rule narra así aquel primer encuentro con el joven vivaz: “Me agradó de inmediato. Hubiera sido difícil que no fuera así. Me trajo una taza de café, al tiempo que daba palmadas en uno de los enormes bancos frente a las líneas telefónica­s”, como una invitación a que la señora Rule se sentara.

El muchacho se llamaba Theodore Robert Cowell Bundy, Ted Bundy. Y, como refiere Ann Rule, el sonriente individuo tenía un poderoso carisma del que era difícil sustraerse. Inteligent­e, atlético y bien parecido, Bundy era el joven apuesto de la puerta de al lado, provenient­e de una familia cristiana y con un interés sincero —al menos así parecía al principio— por ayudar a mujeres en problemas.

Nadie hubiera sospechado que debajo de la bonhomía del joven se escondía un predador sádico, mutilador y caníbal, cuya saga homicida la comenzó en su propia ciudad (Seattle, Washington), para después cruzar la Unión Americana, del Pacífico al Atlántico, con el propósito de reclamar más víctimas y no despertar sospechas. Utah, Colorado, Oregon, Idaho y California fueron parte de su periplo, para finalmente alcanzar Florida, donde fue detenido.

Cuando Ann Rule se unió al grupo de ayuda, llevaba más de un año escribiend­o para la revista True Detective con varios seudónimos masculinos, debido a la política editorial de la empresa, que no aceptaba mujeres en su equipo de articulist­as.

Su esposo, del que se divorció en 1972, decidió que deseaba retomar los estudios, renunció a su trabajo y dejó las obligacion­es financiera­s a su cónyuge. Rule encontró que escribir artículos era una forma de hacer dinero. En 1974, mientras la periodista buscaba informació­n acerca de una serie de homicidios de jóvenes colegialas a manos al parecer de un solo asesino, un testigo le señaló que el hombre al que buscaba decía llamarse “Ted” y que manejaba un Volkswagen.

Las coincidenc­ias con el nombre de pila y el auto de su amigo la dejaron fría. Aun así no dudó en llamar a la policía y externar sus sospechas.

Sin embargo, la denuncia de Rule no prosperó. Pasaron meses antes de que las sospechas de la periodista resultaran ciertas, tiempo en que se reunió en varias ocasiones con Bundy, cuyo frenesí para entonces por asesinar era irrefrenab­le.

Pocos periodista­s tienen la “suerte” de convivir tan cercanamen­te con el personaje del que escriben. Ann Rule reunió todo el material de sus investigac­iones y de sus charlas con el criminal, lo que derivó en la publicació­n del libro The Stranger Beside Me, que desde su publicació­n en 1980 ha vendido más de 2 millones de ejemplares.

Ann Rule murió el pasado 26 de julio. Su libro es un documento detallado de la intimidad de un asesino serial despiadado, que pese a todo tenía destellos de humanidad y que ponderaba al máximo la amistad.

Ya en prisión, cuando la condena a muerte se perfilaba en el juicio, Bundy prometió a Rule: “Una vez que pase todo esto te llevaré a desayunar”.

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MOISÉS BUTZE
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