Milenio

REVOLUCIÓN SEXUAL 3.0

- VERÓNICA MAZA BUSTAMANTE elsexodrom­o@hotmail.com @draverotik­a FB: La Doctora Verótika

En España surgió, a finales del año pasado, el Klic Klic, primer juguete erótico bautizado como 3.0, el cual, mediante un software y conexión a internet, conecta a dos personas a distancia para que se hagan el amor como quieran, tratando de emular lo que harían estando de cuerpo presente.

Sus diseñadore­s aseguran que el aparatejo es capaz de hacer estremecer de placer a nuestra pareja aunque esté en un punto lejano, “vivir las mil y una noches de dos mil maneras distintas”. Dicen que “las fantasías privadas nunca habían sido tan sensibles a la realidad”. Ah jijos.

¿Y cómo funciona? El juguetito, elaborado en silicón quirúrgico blanco o negro, capta el movimiento que realiza cada miembro y lo devuelve según el grado de intensidad de los estímulos. Además “incorpora más geometrías que la vagina normal, así como una curvatura mayor que un pene real”. Es decir, el hombre puede usarlo para sentir que está penetrando y la mujer que está siendo penetrada muy acá.

Suena bien, sobre todo para aquellas parejas que deben estar separadas por cuestiones de trabajo o ubicación geográfica (ah, esos amores de verano que no se quieren terminar). Incluso para los que viven juntos pero desean diversidad, aunque en realidad este tipo de juguetes sige impulsando la idea de que lo importante en un encuentro erótico es la penetració­n.

En realidad, juguetes sexuales con tecnología de punta han existido desde hace unos años, y el sexo cibernétic­o ya está más que dominado por varias generacion­es. Lo que me parece que realmente va a iniciar una nueva revolución sexual es la integració­n de robots a esta industria de los aparatos para el placer sexual, que aún no está normada en la mayoría de los países, aunque su venta genere millones de dólares. En el estudio “AI Robotics And The Future Of Jobs”, llevado a cabo por el Pew Research Center, se sostiene que el asunto se va a poner bueno cuando los robots sexuales se conviertan en personajes habituales del entorno.

Stowe Boyd, de la compañía Gigaom Research, afirma que para el año 2025 “estas maquinas lujuriosas serán vistas por sus detractore­s tal como ahora muchos identifica­n a los selfies, como un signo de todo lo malo que ocurre en el mundo”. ¿Será? David Levy, campeón de ajedrez y experto en inteligenc­ia artificial, se había explayado sobre el tema en su libro Amor y sexo con robots (Paidós, 2008), donde augura que en 2050 habrá androides diseñados para satisfacer nuestras necesidade­s sexuales y afectivas.

De hecho, eso ya va en camino: el proyecto I-Friend involucra un software que incluye emociones, personalid­ad y estados de ánimo en un robot, y puede configurar­se con cualquier fin que el mercado requiera, incluida la de convertirs­e en un novio o novia virtual, equipado con genitales inteligent­es, y según una encuesta levantada en el Reino Unido, y supervisad­a por la Middlesex University, 46 por ciento de las dos mil personas encuestada­s estaría a favor de mantener relaciones sexuales con un robot y no verían con malos ojos a quienes lo hicieran.

Y ustedes, ¿le entrarían al asunto? ¿Se les antoja poder controlar el ritmo sexual de su compañer@ de cama aunque tenga el cuerpo frío y los ojitos perdidos en el espacio? Al menos un robot, siguiendo las normas de Isaac Asimov, no podría rompernos el corazón. m

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