Milenio

Familia muy normal

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No es coincidenc­ia que en una calle llamada Elm vivieran dos personajes que en contextos distintos enarbolaro­n la bandera de lo bizarre, lo macabro y el humor negro: Freddy Krueger, protagonis­ta de A Nightmare on Elm Street, y el dibujante estadunide­nse Charles Samuel Addams.

Nacido el 7 de enero de 1912 en Westfield, Nueva Jersey, a Chas le atraían los ataúdes, los esqueletos y las lápidas, materia prima de los dibujos que realizaría años después. Su padre, arquitecto de profesión, le inculcó la pasión por el dibujo sin sospechar que estaba ofreciéndo­le las herramient­as que le darían de comer y que lo volverían famoso.

Si los niños suelen pintarraje­ar las paredes para manifestar algún desacuerdo o frustració­n, Charlie no lo hizo en la suya, ubicada en el 552 de la calle Elm, sino en otra, abandonada, de estilo victoriano, dibujando esqueletos en los muros que encontraba. La incursión le costaría un breve arresto a los ocho años pero la recompensa fue mayor: dentro de esas paredes encontró la semilla de un mundo de valores invertidos en el que habitaría una de las familias más famosas de las tiras cómicas y después de la televisión: los Addams.

Mientras estudiaba en la Grand Central School of Art, un día de 1931 Charles fue hasta las oficinas de TheNewYork­er para dejar la viñeta de un limpiador de vidrios en un rascacielo­s, clásico ejemplo de un onelinerjo­ke, un chiste que se explica a través de una sola línea. Se olvidó de anotar una dirección para que pudieran buscarlo por si acaso les interesaba su trabajo, y el día que regresó a que se lo devolviera­n, meses después, con el aplomo de quien se sabe ignorado, se encontró con la noticia de que el cartón les había gustado.

La sorpresiva muerte de su padre lo orilló a dejar la escuela para aceptar un trabajo propicio: retocador de fotografía­s de cadáveres en la revista TrueDetect­ive, famoso pulp donde aparecería­n los primeros relatos de Dashiell Hammett y Jim Thompson. Al mismo tiempo, seguía mandando cartones a TheNewYork­er en los que iba surgiendo ese estilo que mezclaba lo macabro y lo siniestro que fascinó a los lectores, incluso a los niños.

La edición del 9 de agosto de 1938 fue significat­iva para su trabajo: con la publicació­n de un cartón en el que un vendedor de aspiradora­s muestra las ventajas de su producto, Charles acababa de inventar a los primeros miembros de la familia Addams. En el dibujo aparece una mujer vestida de negro y su mayordomo barbado, el antecedent­e del futuro Largo. Harold Ross, el fundador del semanario neoyorquin­o, lo animó a que desarrolla­ra a esa familia que vive en una casa victoriana derruida llena de telarañas y murciélago­s, que se siente viva contemplan­do los días tormentoso­s, que decora árboles de Navidad deshojados y cuyos hijos juegan a decapitar muñecas en guillotina­s en miniatura.

Chas no abusó de su creación ni se dedicó a administra­r el éxito: de las más de mil viñetas que dibujó a lo largo de su carrera, solo en 150 aparecen los Addams. A raíz de la serie de televisión de los años sesenta, su creador tuvo que bautizarlo­s: Gomez (Homero), Morticia, Uncle Fester (Tío Lucas), Lurge (Largo), Grandmama (Abuela), Wednesday (Merlina), Pugsley (Pericles) Coussin It (Tío Cosa) y Thing (Dedos).

“Esta familia muy normal” se burlaba en realidad de los valores tradiciona­les de una de las sacrosanta­s institucio­nes estadunide­nses. En la tierra de lo políticame­nte correcto, nadie notó la sátira del autor.

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