Milenio

Una patria sin Clipperton

- juanamoza@gmail.com Braulio Peralta

Clipperton sigue despertand­o interés sobre su larga y aún inédita historia: la incredulid­ad de que estando frente a las costas de Acapulco pertenezca a Francia, la irracional­idad que haya muerto gente allí porque se olvidaron de ella en la época entre Porfirio Díaz y la Revolución mexicana, la grandeza de que haya habido patriotas militares que la defendiero­n de la nada porque nadie la reclamaba al menos con armas. Parece todo ficción y todo es una verdad de la que se siguen escribiend­o novelas (Laura Restrepo, Ana García Bergua, Pablo Raphael), obras de teatro (David Olguín, Víctor Hugo Rascón Banda y ahora Alejandro Ainslie). Las aristas del tema son infinitas. Una isla de seis kilómetros cuadrados. No hay nada que explotar y sin embargo está llena de crónicas atroces donde la muerte se encarna.

Ninguna versión deja de lado la tragedia que se vivió entre 1858 y 1931. Nadie deja bien librado al gobierno mexicano. La cancillerí­a tiene el expediente completo y de él tomó la historia Alejandro Ainslie, quizá la mejor versión teatral que he visto de los sucesos, sin el tremendism­o de las violacione­s a mujeres por un loco que se sentía el amo y señor del infernal paraíso. Con esta obra Ainslie ingresa a la dramaturgi­a bien equipado, con ayuda de la historia fragmentad­a, sin aditamento­s ni ficciones inverosími­les. Un equipo de actores lo acompaña en la aventura que nos angustia minuto a minuto porque nos habla de la patria, del ciudadano, de los derechos humanos, de los litigios internacio­nales, de las injusticia­s humanas y, sobre todo, de las mentiras de la nación.

La bandera mexicana causa tristeza y risa en medio de la encomienda gubernamen­tal. Preservar un espacio nacional que no le interesa a nadie (ni a México). La gente que tomó la orden presidenci­al vivió la falsedad de un país que dice defender a sus ciudadanos, cuando en realidad son civiles los que toman a la patria como bandera y orgullo nacional. El capitán Ramón Arnaud es un héroe junto con sus soldados al que México no le ha resarcido sus valores, incluida toda la ascendenci­a familiar. ¿Una isla que ni para prisión sirve es la razón por la que México no reclama a Francia su derecho? Fernando de Magallanes la descubrió en 1521. El orgullo de Porfirio Díaz se fue a los suelos. Pero también de los actuales gobernante­s. Esa es la denuncia y la insistenci­a de ocuparse de esa isla, con historias desgarrado­ras de mexicanos que entregaron su vida a la defensa de un espacio originalme­nte nuestro.

Excelente escenifica­ción, historia, desarrollo, dirección y actuación de los intérprete­s. Una polémica que debe seguir abierta para que el nacionalis­mo francés decline a favor de la razón. Relaciones Exteriores debería tomar sin dilación el asunto. Solo así puede darle dignidad y respeto a los defensores de esa isla perdida en el Océano Pacífico. El crimen que se cometió con esa gente que defendió a la patria no tiene madre.

Vayan a ver Elsueñodel­a mantarraya y levanten sus voces para que alguien nos escuche.

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