Milenio

AUMENTAN DESAPARICI­ONES DE MUJERES

Es el miedo de la ciudadanía —y no la baja en el delito— lo que deriva en que haya menos denuncias de este flagelo en el país, alertan activistas

- Por Anayeli García Martínez

El clima de miedo durante los recientes tres años (2012-2015) provocó menos denuncias por desaparici­ones de mujeres, pero el delito sigue en incremento, subrayan grupos civiles.

Aunque las autoridade­s traten de negarlo, los asesinatos y desaparici­ones de personas — que se desataron con la estrategia de seguridad emprendida por Felipe Calderón de 2006 a 2012— siguen presentes en el gobierno de Enrique Peña Nieto.

Los crímenes que se registraro­n en la administra­ción panista, de acuerdo con activistas que han documentad­o graves violacione­s a los Derechos Humanos (DH), continúan vigentes, pero advierten que ahora no son notorios porque las familias “tienen miedo a denunciar”.

En los datos preliminar­es del tercer Informe de gobierno, que se presentará este 1 de septiembre, no hay cifras de desaparici­ones de mujeres y solo se menciona que los homicidios en general disminuyer­on 24 por ciento, y que en 2014 se tuvo la tasa más baja en seis años.

A decir de grupos ciudadanos, ello está lejos de la verdad, y es que según el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), hasta el 30 de abril de este año había 125 denuncias de mujeres desapareci­das en el fuero federal y 506 por desaparici­ones de hombres.

Al 30 de abril había 7 mil 60 denuncias por desaparici­ón de mujeres en el fuero común, y 18 mil 338 por desaparici­ón de varones, por lo que este delito sigue ocurriendo sin que haya acciones concretas para enfrentarl­o, como lo han solicitado instancias de Naciones Unidas y de la Organizaci­ón de Estados Americanos.

En un estudio, la Academia Mexicana de Derechos Humanos señala que en los sexenios panistas (de 2000 a 2010) se emitieron 279 recomendac­iones que emanaron de 22 informes de diversos mecanismos internacio­nales sobre los derechos femeninos. Ahí se encuentran encomienda­s puntuales para detener las desaparici­ones de mujeres y niñas.

En 2012, el Comité de la Convención sobre la Eliminació­n de Todas las Formas de Discrimina­ción Contra la Mujer (Cedaw, por sus siglas en inglés) manifestó su preocupaci­ón por la violencia intrafamil­iar, las desaparici­ones, la tortura y los asesinatos de mujeres en México.

El comité señaló que esos crímenes los cometían agentes del Estado, incluidos funcionari­os encargados de hacer cumplir la ley y de las fuerzas de seguridad, así como la delincuenc­ia organizada.

En ese entonces — cuando Peña Nieto iniciaba su administra­ción— el mecanismo internacio­nal destacó que crecían las desaparici­ones de mujeres y jóvenes en Veracruz, Chihuahua y Nuevo León.

La desaparici­ón de mujeres preocupó al Comité de la Cedaw al considerar que este flagelo está ligado a la trata de personas, un delito en el que las víctimas son explotadas sexual o laboralmen­te.

NIEGAN DESAPARICI­ONES

Gabino Gómez, responsabl­e del Área de Desaparici­ones Forzadas y Defensoras y Defensores del Centro de Derechos Humanos de la Mujeres de Chihuahua (Cedehm), sostiene que hay un afán de las autoridade­s de decir que están abatiendo la violencia y negar lo que sucede.

En Chihuahua, la desaparici­ón de mujeres, advierte el activista, se da porque los sicarios las consideran un “botín de guerra” o porque caen en redes de explotació­n sexual.

De acuerdo con Gómez, el Estado trata de ocultar las desaparici­ones con una política de comunicaci­ón social para minimizar los casos.

Por ello, dice Gabino Gómez, no es que las violacione­s a DH estén a la baja, sino que es un tema ignorado, porque en Chihuahua se pregona que no hay desaparici­ones, mientras que grupos civiles documentan los casos.

Liz Sánchez, coordinado­ra de Ciudadanos en Apoyo en Derechos Humanos en Nuevo León, explica que de 2009 a la fecha su organizaci­ón ha documentad­o más de mil 300 personas desapareci­das, lo que demuestra la gravedad del problema.

De acuerdo con sus registros, en el caso de mujeres desapareci­das hay indicios de que son víctimas de trata de personas con fines de explotació­n sexual.

Sánchez asegura además que 2011 y 2012 fueron los años más violentos debido a la política de militariza­r la seguridad pública, una estrategia que generó violacione­s a DH en la entidad.

En tanto, Janahuy Paredes Lanchino, integrante del Comité de Familiares de Personas Detenidas y Desapareci­das en México, afirma

EN EL TERCER INFORME DE gobierno solo se mencionará que los homicidios en general bajaron DE ACUERDO CON ACTIVISTAS, el Estado trata de ocultar los datos con una política para minimizar los casos

que en Michoacán, desde 2006 con el operativo conjunto en el estado, hubo un incremento de la violencia y las desaparici­ones.

Sostiene que “nada cambió” en 2012 con la nueva administra­ción federal, y tampoco hubo una baja de la criminalid­ad, así que las y los jóvenes —precisa— de diversos ofi cios o incluso profesioni­stas, activistas y periodista­s, siguen siendo víctimas de este crimen.

Janahuy, quien desde el 26 de septiembre de 2007 busca a su padre, Francisco Paredes Ruiz, asegura que ahora el único cambio es que “la represión y el miedo” inhiben las denuncias por las desaparici­ones.

INVESTIGAC­IÓN

Organizaci­ones civiles advierten que el gobierno federal incluye los DH en el discurso, pero critican que a pesar de la Ley General de Atención de Víctimas —promulgada en enero de 2013— en realidad las desaparici­ones continúan, aunque ahora “ya no se vean de la misma manera o con la misma importanci­a”.

Raymundo Ramos Vázquez, presidente del Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo, Tamaulipas, recalca que las estrategia­s de seguridad “no han funcionado”. Con los seis años de Calderón y tres de Peña Nieto —destaca— es casi una década sin que el gobierno pueda garantizar la paz ni la seguridad a la ciudadanía.

Agrega que en los años recientes se ha visto que en delitos como la desaparici­ón están involucrad­os elementos de las fuerzas armadas y de la policía, además de que en los operativos se detiene a personas inocentes. Todo ello ha generado —insiste— la desconfian­za de la ciudadanía que prefiere no denunciar.

Ramos Vázquez detalla que las organizaci­ones civiles exigen al Legislativ­o federal una ley que especifiqu­e que hay casos de desaparici­ón cometidos por agentes estatales, pero que también considere que hay otros casos en los que están implicados particular­es, como las desaparici­ones de mujeres, que también deben ser investigad­os.

En tal propuesta de ley se pide considerar los tratados y recomendac­iones internacio­nales, tipificar este delito en todos los códigos penales locales, generar un registro oficial, y garantizar la activación de los protocolos de búsqueda en vigor, como lo sugirió en su momento la Cedaw. M

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JESÚS MARTÍNEZ

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