Relanzar gobierno o nadar de muertito
Parece muy simplista, pero cada vez que lo pienso me asombra más. Se trata de la fascinación que políticos y analistas sentimos por los nombres de quienes llegarán a los puestos de poder político. No niego su importancia. Sin embargo, el interés que le dedicamos a especular sobre los futuros gobernantes o líderes de partidos sobrepasa por mucho el análisis de qué van a hacer con el poder y cómo lo van a ejercer. En muchas ocasiones ni siquiera juntamos los dos aspectos.
Ejemplos. Uno. El PRD vive su peor crisis de identidad y el nombre del nuevo dirigente acapara la discusión. Por supuesto que importa si es Basave, Belanzaurán o Ríos Piter. El problema es que no se debaten, al mismo tiempo, las propuestas de cada uno. Dos. Hemos transformado hasta la saciedad las reglas para decidir quién y cómo accede al poder, en demérito de las normas para mejorar el ejercicio del poder. Lo importante ha sido garantizar la alternancia y no es cualquier cosa. Sin embargo, ya sabemos que pueden cambiar los partidos en el poder, pero también que eso no equivale a dejar atrás las malas prácticas de gobernar. Tres. Hay actualmente un gobierno sin rumbo, a la deriva, al que le faltan tres años, pero el debate dominante de la última semana no es qué va a hacer Peña Nieto los largos mil días que le quedan y cómo piensa lograrlo, sino la sucesión, es decir cuántos nuevos precandidatos del PRI se disputarán el dedazo. Relanzar un gobierno no puede consistir únicamente en el cambio de sillas de un grupo del gabinete y la llegada de nuevos miembros.
Ya sabemos con quienes “gobernará” Peña Nieto. Esperemos que hoy, en su mensaje político con motivo de su III Informe de gobierno nos diga qué piensa hacer, es decir, cuáles serán sus prioridades y cómo piensa lograrlas. Hay muchas preguntas a responder frente a la compleja situación económica, social y de seguridad del país.
La marcha de la economía está en peligro por factores externos. ¿Qué le ordenará hacer al gabinete económico para minimizar los riesgos de una mayor desaceleración? ¿Flexibilizará la política fiscal para impulsar las inversiones privadas o se aferrarán al dogma de que la reforma de 2013 es intocable? Ante la inminencia de drásticos recortes al gasto público, ¿qué rubros no pueden ser afectados y cuáles sí? ¿Hasta dónde llevará el presupuesto base cero? ¿Recortarán a lo salvaje o lo harán con visión estratégica?
En materia de seguridad, los pendientes son claros. Aunque políticamente están obligados a tratar de recapturar a El Chapo, la prioridad debiera ser definir la estrategia de fortalecimiento de las instituciones de seguridad y procuración de justicia. Sigue faltando la propuesta de reconstrucción de las policías locales. ¿Cuál es la propuesta del gobierno en la materia? ¿Le darán prioridad presupuestal o se reducirá a una iniciativa legal sin recursos para instrumentarla?
Sobre la instrumentación de las reformas también hay muchas preguntas. ¿La educativa se reducirá a la evaluación magisterial o se ampliará a los temas de contenidos y métodos educativos? ¿Cómo van los procesos de transformación de Pemex y CFE en empresas productivas del Estado? ¿Cuándo enviará al Congreso las leyes secundarias de la reforma constitucional en materia de anticorrupción? ¿Realmente comenzará el apagón analógico a fines de este año? y, sobre todo, ¿cómo recuperará el gobierno la confianza de los ciudadanos? Pronto sabremos si habrá relanzamiento o gobierno nadando de muertito.