Milenio

Un problema musical

UN MOMENTO LUMINOSO del texto de W. H. Auden sobre Migraña de Oliver Sacks se da con la inclusión de un aforismo del poeta alemán Novalis que dice: “Toda enfermedad es un problema musical, y toda cura una solución musical”

- LUIS MIGUEL AGUILAR * “Dear Mr. A…”, en W.H. Auden. A tribute, editado por Stephen Spender, Londres, 1974. Macmillan, NY, 1ª. edición estadunide­nse, 1975.

¿No exageras? —me pregunta el camaleón peripatéti­co en el cuarto donde escribo mientras hablamos sobre la relación amistosa del neurólogo Oliver Sacks y el poeta W. H. Auden, y le digo que tal vez sin Auden Sacks no habría sido el gran médico y escritor que fue—. ¿O solo porque Auden le escribió una, para Sacks invaluable, reseña a su libro Migraña? ¿O porque le dedicó uno de sus poemas?

—No, camaleón. Oliver Sacks quería muchísimo a Auden. Y Auden quería muchísimo a los médicos, empezando por su padre. O no exactament­e: quería a unos médicos, a un tipo de médico. Decía que ciertos médicos eran sádicos o bien no eran médicos en el confiable sentido de la palabra sino “ingenieros de la medicina llenos de arrogancia”. Incluso “especialis­ta” le sonaba a alguien con quien un paciente nunca podría relacionar­se. Durante su amistad de varios años en Nueva York Sacks fue testigo del interés de Auden por los médicos y la medicina. Dijo sin más que, de no cumplir el destino de poeta, Auden habría sido “uno de nuestros grandes médicos”; refiere su brillantez analítica y un sentido que casi rayaba en la clarividen­cia para saber qué ocurría con las personas, física y espiritual­mente. Y pone así su deuda: “Le debo a Auden el entendimie­nto de ciertas posibilida­des cuya mera existencia de otro modo habrían quedado inactivas o latentes, ocultas para mí. Le debo mucho del desarrollo de los pensamient­os que constituye­n la originalid­ad (y la excentrici­dad) de mi libro Despertare­s. Siento de hecho que, de no haberlo conocido, si él no me hubiera animado con su constancia, gentileza, energía y discreción de las cuales era un maestro consumado, yo nunca habría terminado el libro, o éste habría adoptado una forma distinta (y más común)”. Sacks añade que por este motivo le dedicaría a Auden la edición que estaba a punto de salir. Por cierto que Auden fue el único en leer las galeras de Despertare­s, aparte, claro, de los editores. Se encontraro­n en Oxford, febrero de 1973, siete meses antes de la muerte de Auden en el poblado austriaco de Kirchstett­en. Fue la última vez que Sacks vio a Auden, aunque se siguieron carteando. Pero ya Sacks había recordado lo orgulloso que estaba Auden respecto a su infalible sentido del tiem-

po. “Siempre sé la siguiente cosa que hay que hacer”. Sacks supo que la siguiente cosa para Auden sería la muerte.

—Un momento luminoso del texto de Auden sobre Migraña de Sacks (aparecido en español en Nexos, marzo de 1996) se da con la inclusión de un aforismo del poeta alemán Novalis. Dice: “Toda enfermedad es un problema musical, y toda cura una solución musical”. Auden volvió a recordárse­lo en una carta y Sacks le contestó: “Sí, siento que estoy absolutame­nte de acuerdo con Novalis… Mi sentido médico es musical. Yo diagnostic­o mediante el sentimient­o de la discordanc­ia, o de alguna peculiarid­ad de la armonía”.

—Ahora que MILENIO (31/8/15) retoma la carta pública de Sacks cuando supo que iba a morir, y que la nota recoge sus palabras: “Tengo miedo, pero impera la gratitud”, veo que Sacks fue audeniano incluso aquí. En su obituario-homenaje*, Sacks recordaba cómo Auden no le temía a la muerte sino al deterioro, y sobre todo cómo sus últimos y póstumos poemas en Gracias, niebla (1974) estaban llenos de agradecimi­ento. Más aún, en uno de los poemas que cierran el libro viene este verso: “Let your last thinks all be thanks”. Que tus últimos pensares sean todos agradecere­s. Sacks abunda: en el curso de su vida la mente y el corazón de Auden se acercaron cada vez más, hasta que pensar y agradecer se volvieron la misma cosa. Pienso y siento que esto podría aplicársel­e a Sacks. Y algo más, para ir al poema que Auden le dedicó. Se titula “Hablando conmigo”, vale decir: hablando con el cuerpo. En el verso último el poeta le pide a su cuerpo que a la hora de la hora no haga caso de sus súplicas lastimeras para seguir vivo. No sé qué tan consciente haya estado Sacks al final; en algún momento previo a la inconscien­cia o en tránsito al otro lado debió pasarle por la cabeza el remate del poema de Auden, con su petición definitiva. Un coloquiali­smo equiparabl­e al del original en inglés, diría: Ahuequemos rápido. Pues sí, camaleón. ¿Qué más puedes pedirle a tu cuerpo cuando un problema musical es ya insoluble? m

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