Milenio

Don Porfis en el informe

- jairo.calixto@milenio.com www.twitter.com/jairocalix­to JAIRO CALIXTO ALBARRÁN

¿Fue coincidenc­ia que el lúcido Informe del licenciado Peña Nieto fuera el mismo día en que se develó la estatua de don Porfirio Díaz, el verdadero padre de la patria, en Orizaba, Veracruz? No lo creo.

Los planetas y los astros se alinean para que dos acontecimi­entos históricos se hayan llevado a cabo en un ambiente de optimismo, hermandad y visión de futuro. Mientras la figura egregia del gran prócer se mostraba en todo su esplendor como símbolo del orden y el progreso, en Palacio Nacional se daba un emotivo recuento de las maravillas que han cobijado a la patria justo a la mitad del sexenio, en una corte de caja que así tenía que haber sido: puro, sencillo y optimista.

Es una lástima que la plancha del Zócalo no haya sido usada como estacionam­iento para que políticos y funcionari­os y los invitados especiales no tuvieran que mancillar sus finos mocasines y zapatos de tacón, más en esta época de lluvias que, segurament­e, fueron mandadas por AMLO El Conjurador para que se mojen gachamente aquellos que sí saben valorar las reformas estructura­les.

Ay, ese Peje, que después de un tiempo ha vuelto por sus fueros y de nuevo es culpable de lo que pasa en el país. Ya Los Chuchos en éxtasis lo acusan hasta de la caída de Constantin­opla, mientras el senador Barbosa —al que a buena hora se le olvidó el marxismo, tan estorboso él— lo señala por dividir a la izquierda. Y qué decir de aquellos que desde el PAN o el PRI o su fanaticada brava, lo que menos le dicen es “populista” y “agorero del desastre”.

Y debe ser cierto. Sobre todo cuando recién escuchas al licenciado Peña y te das cuenta que todo está bien padre y que todos deberíamos celebrarlo bailando twerkin, que es el perreo en la lengua de Miley Cyrus.

De hecho, ese gran estadista que es Javiercito Duarte, quien ya debería acudir a Derechos Humanos tomando en cuenta el cruel hostigamie­nto del que ha sido víctima, pergeñó la frase que sin duda resume con elocuencia los logros de esta admirable administra­ción: “No lo hice, ni lo mandé hacer”.

En estos días de reivindica­ción del viejo general a pesar de las protestas de los que antinostál­gicos de las tiendas de raya, mirando a todos aquellos que lo condenaron a ser el villano de la historia de México, instalado en su pedestal veracruzan­o, Porfirio Díaz debe pensar en quienes, de manera abrumadora, reprueban al régimen en todas las encuestas, masculland­o una de sus legendaria­s frases: “Perro con hueso en la boca, no ladra”. m

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