Trump: instigador de odio y violencia
EL MAGNATE PUEDE parecernos una caricatura inconsecuente, pero para millones de mexicanos que viven en EU es una amenaza real y cercana
Exiliado en México, acusado y amenazado desde el centro de poder de la Unión Soviética, León Trotsky advirtió sobre los discursos totalitarios: “Las personas escriben así cuando están listas para cambiar la pluma por la ametralladora”. Migrante soviético de origen judío, conocía de primera mano la discriminación, el acoso y las consecuencias del discurso de odio, aquel que pretende degradar, humillar y devaluar la condición humana de un individuo o de un grupo. Como probaría su asesinato, el discurso de odio es el primer paso para atentar contra la integridad física o la vida de los rivales, de “los otros”.
No se trata de palabras sin consecuencias, sino de una táctica que incluso ha manipulado a la opinión pública de naciones enteras para justificar genocidios, como lo demuestra cualquier revisión de la historia de la defensa de los derechos humanos. La Red Europea Contra el Nacionalismo, el Racismo y el Fascismo lo ha expresado con precisión: “La conclusión que emerge de la experiencia histórica europea es clara. La difusión de puntos de vista racistas desencadenó el Holocausto. Es por tanto imprescindible subrayar que el racismo no es equiparable a cualquier otro punto de vista legítimo que aparece en el discurso público. Es decir, no es una simple opinión, sino el veneno que causa muerte y sufrimiento. El racismo es, en conclusión, un crimen”.
¿Y qué es, si no racismo y violencia, el discurso de Donald Trump? Muchas son las voces que subrayan sus desatinos y señalan la evidente sosería de sus declaraciones. Pero en este caso el desatino no es inocuo. Tal vez Trump no esté creyéndose su aspiración presidencial, aunque las encuestas pueden llevarlo a soñar, sino esparcir un movimiento racista y discriminatorio, cuyos extremos pueden equipararse con otros discursos destructivos que han dejado una dolorosa huella en la historia, más allá de, por ejemplo, los perjuicios que causan los milicianos cazadores de migrantes autollamados Minuteman y otros grupos violentos.
Como defensor de migrantes, he enfrentado cara a cara a estos racistas; me han insultado y amenazado personalmente, por lo que me consta la peligrosidad de su intolerancia. Para ellos el discurso de odio es un alimento, un incentivo y una inspiración. A quienes tenemos la fortuna de permanecer en nuestro país, Trump puede parecernos una caricatura inconsecuente, pero para millones de mexicanos que viven en Estados Unidos es una amenaza real y cercana, pues desde los noticiarios una figura pública alimenta el odio contra ellos, envenenando los corazones y dinamitando los puentes de entendimiento entre Estados Unidos y México.
Desde principios de junio, Trump ha recibido mayor cobertura periodística que todos los demás aspirantes presidenciales republicanos. El que más se le acerca, Jeb Bush, cuenta solo con una cuarta parte de su presencia mediática. Su discurso es disparatado e incoherente, pero ya ha tenido consecuencias en la realidad: hace unos días dos hombres atacaron a un migrante mexicano en Boston. “Donald Trump tiene razón”, declararon a la policía tras haber golpeado al migrante con un tubo y orinado sobre él. Las razones que dieron para justificar sus acciones refuerzan el dogma de la intolerancia: era solo un “migrante ilegal” y un “hispano”. Asimismo, un líder del Ku Klux Klan ya ha expresado públicamente su apoyo al magnate inmobiliario.
Trump, por su parte, se deslindó de la canallada afirmando que nunca apoyará actos de violencia. Niega lo que sabe: su discurso promueve la exclusión, el desprecio, el odio hacia los mexicanos. Si como individuo no se le puede tomar en serio, lo que dice reclama atención y alerta. Seguramente los integrantes del Congreso mexicano tratarán el tema con sus contrapartes estadunidenses reivindicando el papel central que desempeñan nuestros compatriotas en el país vecino. Es hora de tener muy presente que, aunque Trump no gane jamás una elección, está acrecentando sistemáticamente los riesgos que enfrentan los mexicanos en Estados Unidos. No debemos permitirlo. m