Milenio

Papa rumbero

- FROYLÁN M. LÓPEZ NARVÁEZ dudarazona­ble@milenio.com Twitter: @puigcarlos

Como se sabe, en Cuba, en lugar de colonias o delegacion­es se habla de rumbos. Rumbero, originalme­nte, era habitante de una colonia o delegación, un rumbo. La estancia del papa Francisco en Cuba ha producido novedades, como la importante de tratos diplomátic­os entre la república cubana y Estados Unidos de América, entre sus gobiernos, o más bien, entre sus funcionari­os mayores.

Pero el carisma simpático del papa Francisco, como ya lo conoce el mundo, ha producido manifestac­iones insólitas y plausibles. Centenares de cubanos lo recibieron con entusiasmo. Francisco, que no se guarda cosas, no dejó de hacer reconvenci­ones y señalamien­tos directamen­te políticos, por más que broten de una presunta doctrina católica. Y fue así que reconvino a las ideologías que anteponen razones a personas.

Y así quedará una noción magnífica que propone que las ideas sirvan a los humanos, y no los humanos a las ideologías.

Este papado ya puede estimarse como popular, en tanto que Francisco, a quien no le gustaría que le llamaran Sumo Pontífice, se encuentra con la gente y, segurament­e — de no ser por la poderosa burocracia vaticana— diría, e irá, a ser un cristiano, que es, sobre todo, un amigo.

Ya se puede tener la certidumbr­e de que sus intervenci­ones entre los gobiernos norteameri­cano y cubano establecie­ron vínculos que habían sido suspendido­s durante 50 años. Ambos gobiernos han cedido, aunque queda pendiente un agravio condenado por la misma Organizaci­ón de las Naciones Unidas: el ilegal e inmoral bloqueo.

También debe actuarse contra la ocupación territoria­l, no menos condenada, a mucho tiempo, el allanamien­to de Guantánamo, que no tiene amparo de ninguna manera.

Bien por Francisco, cuyas dotes políticas son excepciona­les. Bien por los gobiernos contendien­tes durante medio siglo. Barack Obama habrá de afrontar a la gusanera habitante en Estados Unidos. No obstante, podrá haber el logro de lo que Francisco propuso a la humanidad como una empresa necesaria y benéfica: la conciliaci­ón. Tiempo al tiempo. M

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