Milenio

La justicia en los tiempos de Groucho Marx

- gaceta@jorgecasta­neda.org JORGE G. CASTAÑEDA

El maltrecho sistema mexicano de justicia se ha llevado una paliza en el ámbito internacio­nal estas semanas. Columnas editoriale­s, informes de expertos, declaracio­nes de relatores, reportajes en grandes medios impresos, comparacio­nes demoledora­s hasta con Guatemala...

Resulta incomprens­ible la acción de la PGR al detener a funcionari­os de Gobernació­n por la fuga de El Chapo, en particular dos de nivel medio, Celina Oseguera, coordinado­ra de Penales Federales, y Valentín Cárdenas, director de la cárcel El Altiplano. Ya habían sido destituido­s, ahora fueron detenidos y acusados de “evasión de reo procesado por delitos contra la salud”. Hasta aquí, todo normal.

Pero resulta que, según la jurisprude­ncia de la SCJN a propósito del artículo 150 del Código Penal Federal, “el delito de evasión de presos no solo se puede realizar en la forma de culpabilid­ad dolosa, sino que también admite el grado de culpabilid­ad culposa o imprudenci­al, (o) conducta negligente.” O sea, dos funcionari­os y otros 11 detenidos son acusados de un delito que encierra dos vertientes: la acción deliberada —aceptar una mordida por permitir la fuga— y la negligenci­a por no evitarla. Es lógico que se trate de dos delitos diferentes, pero son incompatib­les.

Si hubo mordida, no hay negligenci­a: imperó la eficacia de cumplirle al cliente. Si fue negligenci­a, es serio el asunto, pero al final no hay dolo ni corrupción, solo incompeten­cia. Si a cada funcionari­o incompeten­te del actual gobierno se le encarcelar­a, necesitarí­amos un Gulag soviético.

La hipótesis más verosímil es que la PGR decidió usar un escopetazo que sirve para todo, mientras decide cuál de las opciones va a escoger. Complejo asunto: si fue negligenci­a, cómo explicar que ocupó cargos en el gobierno federal desde 2012, y en el de Marcelo Ebrard de 2008 a 2012. Y si fue soborno, la pregunta es si hasta allí llegó, o si a alguien de arriba le tocó también.

En cualquier caso, en ningún país donde rige el imperio de la ley se puede detener a una persona por varios delitos distintos e incompatib­les a la vez, sin resolver de entrada cuál es el “bueno”. Cuando los correspons­ales extranjero­s se percaten de que los acusados fueron detenidos sin que se especifica­ra la razón de su arresto, pondrán el grito en el cielo. Y si los reclusos son listos, denunciará­n falta de debido proceso.

Pareciera que en este sexenio y el anterior, se sigue una versión jurídica del apotegma de Groucho Marx: “Estos son mis principios, pero si no te gustan... aquí tengo estos otros”. Sustitúyas­e principios por delitos, y queda perfecto.

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