Milenio

Conaculta

- BRAULIO PERALTA Twitter: @Braulio_ Peralta

En 1988, en el periodo de Carlos Salinas de Gortari, nace el Consejo Nacional para la Cultura y la Artes, Conaculta, que presidió Víctor Flores Olea. No terminó el sexenio porque el grupo de Octavio Paz presionó a su renuncia. Leamos a Armando González Torres en Las guerras culturales de Octavio Paz:

“La renuncia del titular del CNCA demostró la debilidad de las institucio­nes culturales, permitió constatar la influencia política de Paz e hizo evidentes las profundas diferencia­s en la apreciació­n política y la concepción de la cultura entre los dos grupos intelectua­les más influyente­s.”

Esos dos grupos culturales son las revistas Nexos y Vuelta —hoy Letras libres —, “herederos”. A la salida de Flores Olea sube Rafael Tovar y de Teresa para concluir dos años con Salinas y quedarse seis más con Ernesto Zedillo, y regresar con Enrique Peña Nieto, hasta ahora. Suma casi 12 al cargo, de los 27 del Conaculta.

Fox apostó por una periodista cultural, Sari Bermúdez. Enrique Krauze fue a la recepción a la casa de la futura presidenta del Conaculta, que concluyó su sexenio. Luego llegó Calderón y tuvo dos presidente­s: Sergio Vela, de 2006 a 2009, y Consuelo Sáizar, hasta 2012. De Sari nadie alcanza a ver con exactitud qué hizo. De Sáizar, la excelsa Ciudad de los Libros, la renovación y ampliación de la Cineteca y la hermosa librería Elena Garro, en un corto periodo de su mandato. No fue poco.

Resumen histórico para preguntar: ¿No tiene el PRI a otro candidato más que a Tovar; va a repetir para la Secretaría de Cultura? ¿No sería mejor darle la oportunida­d a las nuevas generacion­es? O de Plano, ¿es en el sector cultural donde no hay manera de gobernar a los intelectua­les y artistas? ¿En cultura sí se acepta la reelección? ¿Tanto temor tiene un presidente a la cultura de su país como para llevar sin conflictos los procesos creativos?

Cambiar a México también debe pasar por la Secretaría de Cultura. Buscar nuevos programas no para aquietar a los grupos culturales sino para democratiz­ar becas —hasta hoy cooptadas por un sector que todo mundo puede corroborar—, programas de intercambi­o, fondos de inversión a proyectos, inversión a centros patrimonia­les, la era internet. Cultura no para individuos con egos robustos sino a la ciudadanía que dicen defender de palabra o desplegado.

Insisto: ojalá sea una mujer la que logre llegar a ese nuevo puesto. He dicho. m

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