SELFIES DE ESCRITORES
a creación literaria desencadena misteriosos mecanismos confesionales, se desentierran mitologías, símbolos y parábolas. Delia Juárez convocó a los autores para que participaran en una columna mensual que se publicaba en la revista Nexos; de esos Gajes del oficio.La pasión
de escribir surgieron estos testimonios. Este libro es un poliedro, tiene diferentes aristas. Es un mosaico de voces en primera persona, bitácoras que revelan diversas facetas de los autores que hemos leído, seguido, elogiado, soltado, abandonado, entre otros epítetos. Cincuenta y tres escritores se autorretratan en el momento de la creación literaria (parto con o sin dolor) algunos con la soltura y sencillez que los caracteriza, otros en medio de la fi losofía existencial que los ilumina o santifica; hay quienes recurren al humor y la antisolemnidad, mientras otros se refugian en una especie de capelo que los resguarda de toda crítica que no sea el autoelogio. El lector tiene en sus manos estas selfies que reflejan desde los vicios, manías, influencias, gozos, requiebros, quebrantos, posiciones fetales, hasta la poética de algunos narradores.
Este recuento de lugares, horas y fetichismos que se tejen alrededor de la escritura inicia con el madrugador Eliseo Alberto y su necesidad de tener cerca una ventana; luego toca el turno de Enrique Serna y su fijación oral que lo colocó en una situación incómoda durante una entrevista con María Félix; para Carmen Boullosa la cama es un espacio sagrado, así como una pluma fuente Cross que intercambió alguna vez con Bioy Casares y que le robaron en cierta ocasión; Eduardo Antonio Parra opta por visitar un café, escribe en lugares bulliciosos y a mano, “se escribe como quien se desangra”; Francisco Hinojosa revela que en medio del caos logra escribir, acompañado de todo tipo de música de fondo menos de mariachi; Federico Campbell se refiere a las similitudes de la escritura y la sastrería; José María Pérez Gay habla del ritual que orquestaba en la mesa de la casa de sus padres y su pulcritud al traducir del alemán; Bernando Esquina utiliza como estrategia el post-it en la esquina inferior de la pantalla de su computadora; José Agustín opta por escribir de noche y Elmer Mendoza se siente cómodo en las madrugadas.
Pocos autores han logrado desmitificar la imagen del escritor, acaso Faulkner es uno de ellos cuando dice: “El artista no tiene importancia. Solo lo que crea es importante, ya que no hay nada nuevo que decir. Shakespeare, Balzac, Homero... Todos han escrito las mismas cosas, y si hubieran vivido mil o dos mil años más, los editores no hubieran necesitado a otros escritores”. m