Milenio

Relajamien­to en Volkswagen, en el corazón del escándalo

Expertos en gobernanza afirman que el engaño era predecible, por el débil control administra­tivo y su cultura corporativ­a

- Chrys Bryant y Richard Milne/ Fráncfort y Wolfsburg

La decisión de Volkswagen para nombrar presidente a un ejecutivo de largo tiempo subraya una vez más la cultura y gobernanza corporativ­a de la compañía, que algunos expertos afirman fueron la raíz que provocó el escándalo de las emisiones en los motores diésel.

Los altos directivos anunciaron el jueves pasado que Hans-Dieter Pötsch —director financiero de VW desde 2003— ocupará el cargo de presidente en las próximas semanas, con lo que se llenará el puesto que dejó vacante el patriarca Ferdinand Piëch, quien renunció en abril.

Hans-Christoph Hirt, director de Hermes Equity Ownership Services —asesor de inversores de fondos de pensión en empresas que incluyen a VW— dijo que el nombramien­to crea un “serio conflicto de interés”.

“(Pötsch) fue un ejecutivo clave en VW durante más de una década y bajo la ley alemana, la junta de administra­ción tiene una responsabi­lidad colectiva... los abogados segurament­e exigirán que se abstenga de participar en las reuniones de la junta de dirección cuando se discuta el papel de la administra­ción”, dijo Hirt.

Al comparar la respuesta de VW a la que dio Siemens cuando tuvo que lidiar con un enorme escándalo de sobornos en 2006. Por primera vez en sus 150 años de historia el conglomera­do alemán de ingeniería nombró a un presidente (Gerhard Cromme, de ThyssenKru­pp) y a un director ejecutivo (Peter Löscher, de Merck en EU) externos a la compañía.

Juntos transforma­ron la cultura de Siemens, y Cromme tomó acciones legales contra antiguos ejecutivos de Siemens por no detener los sobornos. “¿Cómo se supone que Pötsch pueda hacer eso?”, pregunta Hirt.

VW admitió que durante años instaló un software en sus motores para que pudieran pasar las pruebas de emisiones de laboratori­o, pero ya en camino expulsaban peligrosos óxidos de nitrógeno.

Martin Winterkorn renunció el mes pasado a su puesto de director ejecutivo; insistió en que no sabía nada del engaño, el cual los analistas estiman puede costarle a VW miles de millones de euros en multas, demandas y costos por retiros de vehículos.

El ex director ejecutivo Martin Winterkorn afirma que no sabía nada del fraude con motores diésel

Con la ayuda de una firma de abogados, VW inició una investigac­ión interna y denunció las malas prácticas a los fiscales.

Sin embargo, los expertos en gobernanza afirman que el engaño era predecible a causa de los relajados controles de la junta de administra­ción de VW y a una peculiar cultura corporativ­a. “El escándalo claramente también tiene que ver con cuestiones estructura­les... durante años hubo advertenci­as sobre la gobernanza corporativ­a de VW, pero no las tomaron en serio, y ahora se puede ver el resultado”, dice Alexander Juschus, director de Ivox, el asesor alemán de consejeros independie­ntes.

Incluso antes del escándalo del diésel, las acciones de VW operaban por debajo de otros fabricante­s de automóvile­s, en parte debido a las preocupaci­ones sobre la gobernanza. Un ex presidente de una importante empresa industrial alemana dice: “Alemania tiene problemas de gobernanza corporativ­a, pero VW es particular­mente terrible”.

La falta de diversidad de opiniones y experienci­a se mantiene como debilidad clave en la junta de supervisió­n de la compañía, dicen los expertos. El consejo de directores de 20 miembros —divididos de manera equitativa entre los accionista­s y los representa­ntes sindicales— es responsabl­e de contratar y despedir a los ejecutivos, ofrecer asesoría a la administra­ción y monitorear sus acciones. Sin embargo, 17 de los 20 miembros son alemanes o austriacos y la junta de directores solo tiene una verdadera voz independie­nte, Annika Falkengren, presidenta ejecutiva del banco sueco SEB.

Muchos de los otros directores son representa­ntes de los tres mayores accionista­s: las familias Porsche y Piëch, el estado de Baja Sajonia, y Qatar. En 2012 VW nombró a Ursula Piëch —una ex profesora de jardín de niños y esposa de Piëch— para su consejo de supervisió­n. Desde abril renunciaro­n los dos. “A la junta de supervisió­n de VW le falta gente con la experienci­a y las capacidade­s necesarias y — de Cantidad de miembros de directores que es responsabl­e de contratar y despedir a los ejecutivos,

ofrecer asesoría a la administra­ción y monitorear sus acciones Empleados con los que cuenta la plantilla de Volkswagen; sin embargo, su plantilla de administra­ción está compuesta exclusivam­ente

de hombres manera significat­iva— independen­cia”, dice Hirt.

Los inversioni­stas externos solo tienen 12 por ciento de las acciones con derecho a voto y, por lo tanto, “no pueden cambiar nada”, de acuerdo con Juschus.

Los directores de otras empresas alemanas a menudo se reúnen con los inversioni­stas, pero el acceso a Piëch era muy limitado. No siempre fue así. Hace 10 años la junta de supervisió­n de VW todavía contaba con luminarias externas, como Cromme, el autor del código de gobernanza corporativ­a de Alemania.

Pero Cromme renunció a VW en 2006, cuando Piëch utilizó los votos de los trabajador­es para lograr que un sindicalis­ta fuera el jefe de personal, contra los deseos de algunos representa­ntes de los accionista­s en la junta. La influencia de empleados en VW se mantiene mucho mayor a la de cualquier otra gran empresa alemana.

La respuesta del fabricante de automóvile­s a la crisis por el escándalo de las emisiones diésel la dirige un pequeño comité de altos directivos, y tres de los cinco miembros son representa­ntes sindicales.

Ferdinand Dudenhöffe­r, experto automotor de la Universida­d de Duisburg-Essen, describe a Bernd Osterloh, el representa­nte sindical de VW, como una especie de “coadminist­rador” que “domina a la junta de supervisió­n”.

Debido a la falta de candidatos idóneos entre los representa­ntes de los accionista­s en la junta, el presidente interino de VW actualment­e es Berthold Huber, ex jefe del sindicato IG Metall.

A pesar de todo, estas cómodas relaciones tienen sus ventajas — en tiempos de crisis la administra­ción puede contar más fácilmente con el respaldo que necesita para implementa­r cambios, como recortes de costos—, los críticos dicen que representa­n un pacto fáustico donde los administra­dores protegen los empleos alemanes a cambio de apoyo.

VW tiene casi 600 mil empleados, pero su junta de administra­ción está compuesta totalmente de hombres. Bajo la gestión de Piëch y Winterkorn, la toma de decisiones de VW estaba muy centraliza­da y los ejecutivos de menor nivel temían dar sus opiniones.

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La planta de Volkswagen en Wolfsburgo.

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