Milenio

En Madrid, un Munch que va más allá de El grito

Son exhibidas 80 obras del artista noruego, en las que se puede observar que, además del simbolismo, practicó diferentes estilos

- EFE/ Madrid

Los celos, la muerte, el amor, el pánico y la enfermedad se convirtier­on en temas universale­s en la obra del artista noruego Edvard Munch, al que el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid dedica una de las exposicion­es más destacadas de la temporada.

Con una pintura que rompió las barreras entre lo personal y lo universal, la obra de Munch (1863-1944) ha sido reconocida especialme­nte en la última década, en la que se ha convertido en uno de los grandes pioneros del arte moderno. A su muerte su reputación internacio­nal estaba todavía por hacerse.

Esto ha ocurrido a “toda velocidad, casi con venganza y de una forma devastador­a”, según Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, lo que ha provocado que se haya simplifica­do mucho y se hayan creado malentendi­dos y estereotip­os en torno a su obra.

En la línea de Van Gogh, se ha convertido en prototipo del artista atormentad­o, alcohólico y con problemas mentales. “En Munch se ha producido la iconizació­n en una sola imagen, la de Elgrito, de toda su producción”.

Para Solana, además se ha distorsion­ado y simplifica­do “confinándo­se su creación solo a su época juvenil”. Al artista noruego se le ha identifica­do con el estilo simbolista, ignorando que vivió medio siglo XX, en el que practicó diferentes estilos. “Reducir a Munch al pintor de la angustia es perderse muchas cosas. Hay otras muchas dimensione­s en este personaje que se considerab­a escritor, que tuvo relación con el teatro y que se interesó por el cine”, comenta.

Mostrar una visión más real y amplia es el objetivo de esta exposición, y en la que ha sido fundamenta­l la colaboraci­ón del Museo Munch de Oslo, que ha prestado 42 de las 80 obras que se exhiben en el recorrido planteado por los comisarios Paloma Alarcó y Jon-Ove Steihaug.

El director del Museo Munch, Stein Henrichsen, señaló que aunque Elgrito sea su obra más famosa “y es importante, Munch va mucho más allá de eso y es necesario tratar otros aspectos y ponerlos en primera línea”.

Por ello, Alarcó trató de quitarle “la carga de los grandes tópicos que han acompañado su obra durante tanto tiempo, interpreta­ndo al artista desde diferentes ángulos. Nos ha interesado mostrar a ese Munch que supo reflejar muy bien los grandes temas del arte contemporá­neo”.

Otra idea equivocada es que solo tiene validez su obra temprana y que después su creación pierde fuerza y originalid­ad. “Esto no es cierto. Fue un artista con gran fuerza creadora hasta el final de sus días, nunca la perdió”, precisa.

PERTURBACI­ÓN

El pintor “supo reflejar muy bien los grandes temas del arte contemporá­neo”.

Desde la abstracció­n se le tildó de artista narrativo y literario; la muestra reivindica este aspecto en las diferentes secciones en las que se ha querido mostrar al espectador dos aspectos importante­s: por una parte la experiment­ación técnica a través de mezclas de materiales, y por otra la repetición temática “con las que conseguía aportar nuevos contenidos a las versiones anteriores”.

En opinión de la comisaria, Munch pintaba pensando en el espectador: “Sus personajes miran de frente y hacen que el espectador se sienta perturbado ante sus cuadros”.

La propuesta del Thyssen se inicia con “Melancolía”, apartado en el que Atardecer (1888), una de las cuatro pinturas de Munch con las que cuenta el Thyssen, refleja fielmente este sentimient­o a través de la imagen de su hermana Laura, que posteriorm­ente sufrió una enfermedad mental.

En el espacio dedicado a “La Muerte” se muestra una de las obras más bellas de la exposición: Laniñaenfe­rma (1907).

Munch tenía pánico a las multitudes y sentía la ciudad de una manera traumática. La versión litográfic­a de Elgrito, de 1895, que se exhibe en “Pánico”, “contiene los elementos de angustia existencia­l de la obra original”.

La mujer, protagonis­ta de otro apartado, aparece como frágil o mujer fatal, convirtién­dose en centro de su universo pictórico. En Mujer (1925) representó las tres etapas biológicas femeninas.

Celos, consolació­n, deseo y asesinato son títulos de las obras reunidas en “Melodrama”, con personajes intranquil­os que proyectan cierta claustrofo­bia. “El Amor” se muestra a través de varias versiones de Elbeso, con personajes entrelazad­os que van perdiendo sus límites, mientras que en las versiones de Mujer vampiro está la sensualida­d perversa.

En “Nocturnos” destaca Bajo lasestrell­as (1900-1905), mientras que en “Vitalismo” se exhiben las obras más coloristas de la exposición, que finaliza con “Desnudos”, cuyos personajes miran de frente al espectador o esconden sus rostros. m

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Una de las muestras más destacadas de la temporada.

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