Milenio

El papa pide a los obispos no tener prejuicios sobre la familia

Señala a los participan­tes que esa reunión “no es un parlamento”

- Notimex y EFE/ Ciudad del Vaticano Jorge Mario Bergoglio insta a tener “valentía apostólica”.

El papa Francisco pidió a más de 250 obispos del mundo abandonar los prejuicios, los pareceres personales y actuar con “valentía apostólica”.

El pontífice hizo su demanda en la inauguraci­ón de la asamblea que debatirá los desafíos de la familia y propondrá respuestas a sus problemas.

El pontífice abrió ayer el Sínodo de los Obispos en una sala dentro del Aula Pablo VI del Vaticano, y ahí llamó a los clérigos a hablar con franqueza.

Se debe de poner “siempre como prioridad “el bien de la Iglesia, de las familias y la suprema ley: la salud de las almas”, subrayó.

Los padres sinodales analizarán un sinnúmero de problemas que afronta la institució­n familiar: la violencia, el desempleo, la separación, las angustias económicas, la falta de espiritual­idad, la ignorancia religiosa y el abandono.

Entre los asuntos más delicados destaca la situación de los divorciado­s vueltos a casar y si algunos fieles en estas condicione­s (después de un particular camino penitencia­l) puedan acceder a la comunión, lo que hasta ahora la Iglesia prohíbe.

También se estudiarán posibles respuestas pastorales para los menores criados por parejas homosexual­es, puntos que han polarizado los debates mediáticos previos a la reunión.

El líder católico aclaró que el Sínodo “no es un congreso o un parlatorio”, “un parlamento o un senado donde se pone de acuerdo”, sino una “una expresión” de la Iglesia que “camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios”.

Advirtió que la fe “no es un museo” y que la asamblea será un “espacio protegido” donde todos los obispos puedan dejarse guiar por “el Dios que sorprende siempre”.

Instó a los obispos a tener una “valentía apostólica” que no se deja atemorizar ni frente a las “seduccione­s del mundo” que tienden a apagar en el corazón de los hombres la luz de la verdad sustituyén­dola con pequeñas y temporales luces.

También los exhortó a la “humildad evangélica” que “sabe vaciarse de las propias conviccion­es y prejuicios” para escuchar a los demás. “Humildad que lleva a apuntar el dedo no contra los demás para juzgarlos, sino para tomarles la mano, para levantarlo­s, sin jamás sentirse superiores”, añadió.

Más adelante recomendó a los obispos hacer callar los propios humores para “escuchar la suave voz de Dios que habla en el silencio”, porque sin escuchar a Dios todas las palabras serán solo palabras, que no sacian y no sirven.

“Sin dejarse guiar por el espíritu, todas nuestras decisiones serán solo decoracion­es que en lugar de exaltar el evangelio lo cubren y lo esconden”, precisó. “El Sínodo no es un parlamento en el cual para alcanzar un consenso o un acuerdo común

El Sínodo

tEl Sínodo convocado por el pontífice se extenderá hasta el 25 de octubre y lleva por título “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporá­neo”.

En la asamblea participan 270 padres sinodales (obispos incluídos) con derecho al voto y 90 expertos y auditores para asesorarlo­s en los temas que debatirán. tEn el resumen de los temas que se platicarán en el Sínodo destacan dos: el cómo integrar a la Iglesia a los divorciado­s vueltos a casar y el de cómo comportars­e ante los homosexual­es. se echa mano de la negociació­n, al acuerdo o al compromiso. El único método del Sínodo es aquel de abrirse al espíritu santo, con valentía apostólica”, insistió

Francisco advirtió que el Sínodo no debe ser un Parlamento para negociar un acuerdo o pactar compromiso­s. “Os quiero recordar que el Sínodo no es un Congreso o un Parlamento donde hay que llegar a ponerse de acuerdo. El Sínodo es una expresión eclesial, es la Iglesia que camina, para leer la realidad con los ojos de la fe y los ojos de Dios”, añadió.

El pontífice reiteró que deben afrontar el tema con “celo pastoral, franqueza y sabiduría y poniendo por encima de todo el bien de la familia, de la Iglesia y de la suprema lex (ley suprema): la salvación de las almas”.

El único método para lograrlo, subrayó el obispo de Roma, es “abrirse al espíritu santo para iluminarno­s ante nuestras opiniones personales y prejuicios por el bien de la Iglesia”. m

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