Milenio

Trepadores y apegados al dinero

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Dice el papa que hay algunos sacerdotes y obispos que son “trepadores y apegados al dinero”. Para estar seguro de qué quiso decir eso, veo el texto original, en italiano, el cual dice que hay “sacerdoti e

vescoviarr­ampicatori e attaccatia­isoldi”. Para no equivocarm­e con su significad­o, consulto el diccionari­o de ese idioma, el cual señala en la entrada “arrampicar­si”: “subir aferrándos­e (por ejemplo al árbol)”. Veo que también significa: “buscar sostenerse a una tesis a todo costo, con razones no convincent­es”. En suma, que quizá el papa Francisco se está refiriendo también a todos aquellos que, desde una postura fariseica, desde la comodidad de sus mansiones y residencia­s lujosas, de sus camionetas y choferes, de sus prebendas, le niegan a muchos la misericord­ia de la Iglesia. Pero de la misma manera a quienes desde esa postura cómoda y de privilegio se niegan a ser servidores de los demás.

Estos trepadores y codiciosos sacerdotes y obispos, “en vez de servir, se sirven de la Iglesia” y la vuelven “affarista”, es decir, como si fuera un negocio, y también “tibia”, “encerrada en sí misma” con su manera cómoda de vivir y “su estatus sin honestidad”. Dando el contraejem­plo de sacerdotes o religiosas que han estado toda su vida predicando en el Amazonas o sirviendo en un hospital africano, el papa Francisco termina por advertir de los peligros de una doble vida que desafortun­adamente muchos sacerdotes y obispos viven: Sálvenos señor, afirmó, “de las tentacione­s, de estas tentacione­s que en el fondo son tentacione­s de una doble vida: me hago ver como el ministro, como el que sirve, pero en el fondo me sirvo de los demás”.

Es la primera vez, que yo sepa, que el papa se expresa de manera tan directa acerca de sacerdotes y sobre todo de obispos de la Iglesia. Y lo hace con la legitimida­d del que, pudiendo dormir en un palacio (el apostólico), lo hace en una sencilla recámara de la pensión de Santa Marta, de aquel que pudiendo viajar en lujosa camioneta siendo arzobispo de Buenos Aires, prefería tomar el metro. El papa sabe que la mejor enseñanza es el ejemplo.

¿Están los obispos mexicanos listos para convertirs­e en servidores, como lo propone el papa? ¿Aguantaría­n una auditoría de los bienes de los cuales disfrutan, en algunos casos, como verdaderos magnates? ¿Podrían dar cuenta de los lujos que tienen y en muchas ocasiones hasta ostentan? Me atrevo además a formular una hipótesis: son precisamen­te los obispos que con mayor fuerza se oponen a las reformas del papa, aquellos que más gozan de un estilo de vida privilegia­do. Vea usted a su alrededor.

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JORGE MOCH
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