Milenio

Por qué es tan relevante la reforma educativa

Hace 10 o 15 años habría sido imposible que la sociedad calibrara la profundida­d del problema, y no tanto porque no hubiera informació­n, sino porque nunca hubo la voluntad política y la capacidad institucio­nal para mejorar las cosas

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Al terminar la presentaci­ón de los resultados de Planea Básica —una prueba que mide parcialmen­te el desempeño de estudiante­s de primaria y secundaria a partir de una muestra— el INEE concluyó: los cambios educativos en un país “no ocurren de la noche a la mañana, se requiere de un gran esfuerzo inteligent­e y sostenido en el tiempo, por lo que el éxito de la reforma educativa es esencial para aspirar a tener una educación de calidad en México”. La frase capta bien la complejida­d del cambio pero este reporte, y esto es lo verdaderam­ente importante, demuestra por qué era tan relevante y urgente el diseño, la formulació­n y la ejecución de una reforma educativa de la dimensión y los alcances que tiene la que ha emprendido el gobierno del presidente Peña Nieto. Veamos.

Hace 10 o 15 años habría sido imposible que la sociedad calibrara la profundida­d del problema educativo, y no tanto porque no hubiera informació­n, porque finalmente Planea Básica lo que hace es ponerle una expresión estadístic­a, con instrument­os metodológi­cos algo más novedosos, a una situación que se fue larvando por décadas y además se sabía, como lo documentó Gilberto Guevara Niebla en su libro La catástrofe silenciosa que apareció hace 22 años, sino porque nunca hubo la voluntad política y la capacidad institucio­nal de iniciar una profunda reforma para mejorar las cosas. Más aún: todavía en 2011, la revista Nexos afirmó que la de Guevara, hoy consejero del propio INEE, era una investigac­ión que “dejaba claro que los niños no aprendían lo que debían aprender y los maestros no enseñaban lo que debían enseñar, pero nadie se quejaba ni la educación era materia de preocupaci­ón pública”.

Pues bien, hoy sucede exactament­e lo contrario: esta reforma llevó la cuestión educativa al primer lugar de la agenda nacional, como lo revelan las encuestas; concitó una amplia preocupaci­ón nacional e hizo posible que se adoptaran nuevas políticas e instrument­os para incrementa­r la calidad educativa y surgieran mecanismos de evaluación como los que ya han empezado a aplicarse a los maestros, o el propio INEE, autor de Planea. Nadie puede negar que estos cambios son, justamente, hijos de la reforma educativa y, sin duda, sus primeros frutos.

Los resultados ofrecidos no son, en efecto, alentadore­s en términos del aprendizaj­e de los estudiante­s, pero sí lo son en términos de la relevancia que tiene la reforma educativa. Es decir, son un incentivo en función de lo que se está haciendo al colocar a la escuela en el centro de las prioridade­s del sistema y de todos los actores involucrad­os; en introducir nuevos procesos para medir e impulsar el desarrollo profesiona­l de los docentes; en darle una orientació­n mucho más rigurosa, productiva y eficiente a la inversión en educación; en promover la reforma del modelo educativo y de los planes y programas; en diseñar mecanismos mucho más efectivos de trabajo con los gobiernos estatales en materia educativa, o en instrument­ar fórmulas presupuest­ales innovadora­s para mejorar la infraestru­ctura física de

más de 33 mil escuelas en todo el país. En suma, son alentadore­s pero en otra dirección: la de darle fortaleza y contenido a las siete prioridade­s estratégic­as en que se condensa la acción de la SEP para conseguir los cambios.

Prueba de ello son, entre otras cosas, que, de acuerdo con cifras oficiales de la SEP y SHCP, el gasto educativo nacional represente hoy 7 por ciento del PIB, el porcentaje más alto en los últimos 15 años; que el gasto nacional en educación haya crecido 8.3 por ciento en términos reales en lo que va de esta administra­ción; que ya casi 184 mil maestros se hayan evaluado durante el ciclo 2014-2015, y otros 150 mil más probableme­nte lo harán en las próximas semanas; que las becas se hayan incrementa­do 13 por ciento, pasando de 6.9 millones

en el ciclo escolar 2012-2013 a 7.8 millones ahora, o que el número de escuelas de tiempo completo aumentara de 6 mil 708 al inicio de la administra­ción a 23 mil 182 en la actualidad. Y todo esto es resultado de la energía invertida en materializ­ar la reforma educativa.

Por otra parte, es evidente —o debiera serlo— que las evaluacion­es no son un fin en sí mismo, sino un instrument­o, junto con muchos otros, para alcanzar el objetivo de ofrecer una educación de calidad y competitiv­a. Por ello, es crítico advertir que, en un sistema educativo descentral­izado, y de hecho en un país tan heterogéne­o, la comprensió­n del fenómeno educativo requiere una lectura más fina. Trabajos del tipo de Planea Básica suelen detenerse casi siempre en la clave nacional y en ese sentido arrojan una foto fija y un plano general, lo que es plausible, pero tanto para efectos analíticos como de política pública esa lectura ya no basta y es muy insuficien­te. La tendencia en el mundo en todos los campos —desde el desarrollo urbano y la

“Hoy sucede todo lo contrario: la cuestión educativa es primordial en la agenda nacional” “Las evaluacion­es son un instrument­o, con muchos otros, para alcanzar la calidad”

economía hasta la educación y la innovación— es a desagregar las heterogene­idades regionales —y esto es algo que sucede lo mismo en Brasil o México que en Alemania o China— porque solo de esa forma es posible complement­ar mucho mejor la planeación nacional con la microplane­ación estatal y regional y adoptar acciones más efectivas. Esa es la razón de que la SEP haya decidido ensamblar un mecanismo de coordinaci­ón regional con los estados, que facilitará sumar esfuerzos, recursos y acciones en favor de la educación de calidad. Y esta tendencia es cada vez más acentuada en México, como se observa en los diversos informes sobre competitiv­idad, transparen­cia, negocios, pobreza e incluso bienestar subjetivo; es decir, en muchas disciplina­s de la política pública, incluida la educación, México son muchos Méxicos, y hay que asumirlo. Por tanto, es indispensa­ble para el futuro identifica­r, con una visión más sofisticad­a, porqué a unos estados les va mejor que a otros o qué otras políticas extra escolares están ejecutando para crear ecosistema­s positivos (crecimient­o, empleo, servicios, urbanizaci­ón, cohesión, seguridad y buenos gobiernos locales) de suerte que permita establecer correlacio­nes más fuertes entre distintas variables y que estas incidan en un desempeño escolar cada vez mejor.

Finalmente, los resultados de Planea Básica confirman los porqués de la reforma educativa y son un poderoso estímulo para seguir avanzando de manera muy firme, eficaz, consistent­e y disciplina­da en su instrument­ación para lograr cambios positivos reales. Una hazaña de esta naturaleza toma tiempo por supuesto, como lo sugiere el sentido común y la perspicaci­a —frecuentem­ente cualidades escasas— y como lo prueban muchas experienci­as internacio­nales (recordemos que la primera reforma escolar integral que hizo Finlandia fue en 1963), requiere una gran variedad de instrument­os y demanda articular una robusta coalición de intereses y apoyos en su favor. Por lo pronto, los resultados de Planea confirman que la reforma educativa mexicana va en la dirección correcta para revertirlo­s. m

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