Milenio

La Orquesta de Cámara de Bellas Artes lleva música a grupos vulnerable­s

En cada inicio de temporada, la agrupación acude a tres o cuatro institucio­nes sociales

- Verónica Díaz/México

Es simplement­e fascinante poder traer música a gente que jamás en su vida ha podido ver un violín… ya no digamos escucharlo”, dice el concertino Vladímir Tokarev, mostrando su inseparabl­e violín en una mano para luego sorber el café caliente que tiene en la otra. Hace frío, mucho, pero el músico realmente está motivado.

El violinista tiene razón, es imposible saber qué de todo lo que está sucediendo en este momento provoca mayor grado de asombro: entró y salió un piano de cola, cerca de 15 músicos, el piano y un público de alrededor de 60 personas cupieron en un cuartito acondicion­ado como foro.

A pesar de la adversidad, la música florece en esta mañana fría, en este espacio pequeño, ante un público que probableme­nte es la primera vez que escucha un concierto de este tipo en vivo y que se conforma de familiares, padres, amigos, donadores de niños que tienen VIH-Sida y que son apoyados aquí en Asociación Civil, La Casa de la Sal.

Como cada inicio de temporada, la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (OCBA) visita tres o cuatro institucio­nes sociales; en esta ocasión —dirigidos por José Arturo González— y para arrancar su primera temporada de 2016 visitaron La casa de la Sal y continuará­n con la Fundación John Langdon Down y la Asociación Pro Personas con Parálisis Cerebral (APAC).

Lo más asombroso sucede cuando el concertino Vladímir Tokarev arremete contra las cuerdas para interpreta­r el solo que distingue el movimiento que correspond­e a “El invierno” de las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi. Los niños que están entre los brazos de sus mamás, los señores de todas las edades,

Ofrece un concierto en la Asociación Civil La Casa de la Sal, donde se atiende a niños con VIH

todos se concentran en el gesto del músico, en el sonido perfecto, el movimiento de los dedos.

El programa de hoy, de acuerdo con el narrador del concierto, el violista Ricardo Orozco, es un viaje que va del periodo barroco, al clásico, romántico y finaliza en el contemporá­neo con la pieza Metro chabacano del compositor mexicano Javier Álvarez Fuentes, ejecución que por su capacidad descriptiv­a de un contexto que conoce el público logra captar su atención y su emoción. “Es muy lindo todo esto, es muy lindo, alegra los corazones, le alegra la vida a uno”, dice con los ojos húmedos el señor Ermilo Pérez Guzmán, un hombre de 71 años, padre de una pequeña, usuaria de La Casa de la Sal que ahora está en la escuela pero que sobrelleva muy bien su enfermedad. “Me desahoga —insiste don Ermilo— nunca antes había ido a un concierto, es la primera vez y ¿sabe qué?, me gustó demasiado”.

Así como llegaron, músicos y público se va yendo poco a poco, la gran diferencia es la sonrisa que se extiende en sus rostros. La violinista Vera Kulkova, piensa en voz alta que éste es el verdadero objetivo de su profesión.

Como la anfitriona que es, la directora de La Casa de la Sal, Olivia Maldonado respira satisfecha porque ha logrado que su “familia” ejerza el derecho a la cultura, a la música; los niños con enfermedad­es también necesitan el arte”. m

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El viaje va de la música barroca, a la clásica y contemporá­nea.

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