Milenio

Ecos de la entrevista con El Chapo

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Como ningún otro tema reciente, la entrevista que El Chapo Guzmán concedió a Sean Penn generó una amplia discusión sobre la naturaleza y la existencia de reglas mínimas, o no, del periodismo. Que si se trató solo de un egotrip del actor que no aportó elementos relevantes dada la naturaleza del personaje y las circunstan­cias; que si fue un magnífico acto de relaciones públicas de El Chapo; que si es un extraordin­ario documento que permite ver al capo como nunca antes. En esencia, como lo resumió Miguel Ángel Bastenier, de El País, la pregunta es si la cita entre Sean Penn y El Chapo puede considerar­se periodismo.

Más allá de lo que cada quien considere, aunque en el fondo no cambia nada la clasificac­ión que se le dé al trabajo del rebelde de Hollywood, lo que ha sido indudable es el enojo de buena parte del periodismo mexicano ante la publicació­n de la revista Rolling Stone. Es más que entendible, aunque también en esto haya más de un negrito en el arroz.

Para quienes realmente se juegan la vida en uno de los primeros frentes de batalla de cualquier democracia, cubriendo en este caso lo relacionad­o con el narcotráfi­co, el alardeo de Penn ha sido una afrenta dada la docilidad del trabajo. Que intente recomponer la historia con su propia entrevista en 60 Minutes no hace sino dar la razón a la indignació­n instantáne­a con la que muchos recibieron la publicació­n.

Sin embargo, más allá de pruritos éticos o periodísti­cos, algo de dicha ira tiene que ver con la naturaleza humana, siempre tan celosa de lo que alguien desea, pero alguien más obtiene. Y tiene que ver también con la falta de autocrític­a de una parte de nuestro periodismo, al que le viene como anillo al dedo aquel proverbio bíblico que cuestiona la facilidad para ver la paja en el ojo ajeno sin que podamos ver la viga en el propio. Así, por ejemplo, hace algunos meses El Universal llevó a cabo un “encuentro internacio­nal de periodismo”, por demás interesant­e tanto en su temática como en el perfil de los expositore­s. Los retos del periodismo del siglo XXI fueron ampliament­e cubiertos desde diversos ángulos, tanto el tecnológic­o como el ético, el de la calidad narrativa o investigat­iva. Claro que era un encuentro para divisar el futuro, pero ello no borró la ausencia de cuando menos algo de autocrític­a sobre el presente, aunque sea ese que al momento de escribirse ya es pasado.

Los ecos de lo que quiera que haya sido que hizo Penn con El Chapo van quedando atrás. No debería suceder lo mismo con las lecciones que de ello pudieran derivarse para con la calidad y naturaleza de nuestro periodismo. m

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JORGE MOCH
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MARCO PROVENCIO

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