Evo cumple diez años en el poder y va por más
Una economía sana y críticas a la corrupción son parte del balance del gobierno del primer presidente indígena del país
El presidente de Bolivia, Evo Morales, cumple 10 años en el poder en medio de una bonanza económica sin precedentes y la reivindicación del mundo indígena, mientras busca extender su permanencia hasta 2025 pese a que su imagen empieza a desgastarse, lastrada por la corrupción en su entorno.
Morales, indígena aimara de 56 años que apenas acabó el colegio, llegó al gobierno el 22 de enero de 2006 con 54% de los votos y se ha convertido en el mandatario boliviano que más tiempo lleva en el poder.
Catapultó a su país a un auge económico y a una estabilidad política y social inéditas, con algunas medidas duramente criticadas, entre ellas la nacionalización de los hidrocarburos, clave en su gestión.
Con la nacionalización de los recursos limitó el negocio a compañías como la española Repsol o la brasileña Petrobras que, pese a las afectaciones, siguen operando en el país sudamericano. La renta petrolera subió de 673 millones de dólares en 2005 a 5 mil 530 millones en 2014, y las Reservas Internacionales Netas llegaron a 15 mil millones de dólares, una cifra nunca vista en el país.
El resultado ha hecho que en una década el producto interno bruto (PIB) pasara de 9 mil 525 mdd anuales a 34 mil 493 millones, parte de lo cual fue redistribuido en bonos para ancianos, niños y madres solteras.
A pesar de la caída del precio del crudo, Bolivia creció 4.8% en 2015 uno de los índices más altos de la región.
Morales suele regodearse con que llevó al poder al movimiento indígena campesino y también evoca que la generación de su padre, un pastor aimara, tenía vedado el ingreso a la plaza Murillo, centro simbólico del poder político donde está el Palacio Quemado, sede del Ejecutivo.
“Cuando juré como presidente, en 2006, algunos de nuestros opositores ¿qué decían?: ‘Pobre indiecito, que se divierta unos cuatro, cinco, seis meses, no va a poder gobernar y después se va a ir, lo vamos a sacar’”, recuerda.
A dos años de gobierno, en 2008, sorteó un plan de la derecha que decía: “Creo que este indio se va a quedar por mucho tiempo, hay que hacer algo”, evoca Morales, quien desarticuló entonces a la oposición y expulsó al embajador de Estados Unidos, Philip Goldberg, y a la agencia antidrogas estadunidense DEA.
Fue entontes cuando comenzó el auge de los movimientos agrarios, venidos a menos en los últimos meses por un escándalo que involucra a decenas de líderes campesinos, algunos cercanos a Morales, investigados por fraude por 2.5 mdd de un fondo de fomento.
Para la oposición, en esta década de Evo -con precios espectaculares de materias primas- Bolivia tuvo “una inmensa oportunidad perdida”, según el senador Oscar Ortiz.
El líder del movimiento Sol.bo, Luis Revilla, alcalde de La Paz, estima que Morales ejecuta “obras faraónicas”, mientras el diputado opositor campesino, Rafael Quispe, dice que “lo malo es la corrupción generalizada. Hemos botado a los neoliberales corruptos y ahora se repite la corrupción”.
La Defensoría del Pueblo alertó que la corrupción “está generando un debilitamiento progresivo y sistemático de la calidad de la democracia”.
Bolivia, uno de los mayores productores mundiales de hoja de coca -insumo clave para la cocaínadetrás de Perú y Colombia, redujo sin el apoyo de la DEA sus cocales de 30 mil hectáreas en 2005 a las actuales 20 mil, en acuerdo con los cocaleros, base política de Morales, él mismo ex productor de la hoja para consumo legal.
Morales, que dará hoy un mensaje a la nación desde el Congreso, revalidó el cargo en 2010 con 64% de votos y en 2015 con 61% hasta el 2020. Ahora está en campaña para lograr la aprobación en febrero, en un referendo de una reforma constitucional que le permita reelegirse otros cinco años a partir de 2020. m