Milenio

Semana non santa

- FROYLÁN M. LÓPEZ NARVÁEZ

Prosigue sin solución de continuida­d previsible la mortandad en México. No se diga en otras regiones del mundo. Pero, en el caso mexicano, la combinació­n de agresivida­d sádica e impunidade­s acarrea la considerac­ión de que este país la violencia civil no tiene para cuando, como se dice aquí.

Y una y otras veces se registra lo que no tiene remedio por la recurrenci­a de áreas donde la victimació­n es acontecimi­ento cotidiano, como lo es: no hay freno previsible a esta atrocidad que ya influye, también con persistenc­ia, el sadismo. Por supuesto no hay valores trascenden­tales que puedan ser considerad­os, no solamente por los matones, sino por los represores.

Como en otras partes del mundo, se practican religiones, pero no se asume la fe que impide el daño a los demás, hasta la muerte misma. Se alude a principios de entraña o antecedent­es religiosos y civiles, pero que no tienen secuencia en la vida cotidiana.

En México se cree y afirma que las creencias católicas campean y que son valores generales atendibles. Pero el homicidio, y ahora el ejercicio de feminicidi­os, destaca que el valor supremo a la vida ajena y a la propia no es asumido en realidad.

Así en esta mal llamada Semana Santa de 2016, el desprecio por los otros humanos impone la certidumbr­e de que, en el mundo, las creencias católicas son asunto que no guía la conducta de miles de ciudadanos mexicanos, o de muchachos que mucho menos respetan a sus semejantes y a mayores.

En Acapulco, tierra de horrores, de carteles y de pandillas abundantes, hasta el día de ayer sábado se habían cometido 21 asesinatos. La represión policiaca y militar no ha podido, ni puede imponer vigilancia­s y defensas para que no ocurra lo que acontece mucho en Guerrero, Morelos y Tamaulipas.

Pero también la frontera norte es territorio donde matanzas, secuestros, pago de piso y otros delitos no paran. Y así, se acometen operativos constantem­ente, más para reprimir o contener a la muchachada, que han encontrado, o creen, en las conductas antisocial­es manera de ser, acreditaci­ón perversa, habida cuenta de que lo vigente es el empleo mal pagado, de haberlo, y las alegrías o consuelos que les ofrecen los deportes profesiona­les.

Y ahora ha de agregarse una maldad de importació­n: el robo de identidad, que, según Mario di Costanzo, cuenta con el activismo de centroamer­icanos, europeos y la misma mafia rusa. m

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