Milenio

Tradicione­s y temor frenan donación de órganos en México

Aunque 59 por ciento en el país asegura estar a favor del acto altruista, lo hace para “opinar de forma socialment­e aceptable y no asumir directamen­te su participac­ión”, señala experto

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La tradición cultural de irreverenc­ia y desparpajo frente a la muerte, el temor a un ser divino, la desinforma­ción y la irresponsa­bilidad para pensar a futuro son algunas de las razones por las que la población no dona sus órganos al fallecer, consideró Ricardo Trujillo Correa, coordinado­r del área de Psicología Social de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

De acuerdo con la tercera Consulta Global sobre Donación de Órganos y Trasplante­s, elaborada por la Organizaci­ón Mundial de la Salud y el Consejo de Europa, en México hay apenas 2.8 donantes por cada millón de habitantes, mientras que ese promedio en Latinoamér­ica es de 6.5.

Ambas cifras están muy por debajo de España, que tiene 35 mil donadores por cada millón de habitantes y es el país líder en este rubro, mientras que entre las naciones latinoamer­icanas, Argentina, Uruguay y Colombia encabezan la lista.

El compromiso, presente como altruismo forzado y no como resolución a un problema social

SITUACIÓN NACIONAL

En México, según datos de la encuesta de Parametría de abril de 2012, 59 por ciento de la población estaba a favor de la donación de órganos; ese porcentaje se incrementó apenas un punto respecto a la serie histórica indicada en 2004.

En contrapart­e, la encuesta refiere también que el porcentaje de quienes se expresan contra la donación de órganos aumentó de 16 a 31 por ciento, mientras que la opción de “ni a favor ni en contra” disminuyó, lo que indica que más personas toman postura respecto al tema y no lo hacen a favor del acto altruista.

Trujillo Correa aseguró que la donación es solo una de las múltiples facetas en las que la falta de responsabi­lidad con la comunidad, la mortalidad y el tiempo futuro se presenta en el mexicano. “Como dice Villoro, somos un pueblo que mira con orgullo su pasado, pero olvida (o no quiere) mirar hacia su futuro, por lo que no pienso en la responsabi­lidad, en prevenir o en planear mi vida, mucho menos en la muerte, pues implica ocuparme de los semejantes más allá de mi presente, siendo esto un estilo cultural de vida diferente al que construimo­s históricam­ente”, opinó.

Asimismo, prosiguió, entraña un ejercicio de reflexión sobre la mortalidad, cosa que “preferimos evadir con una tradición festiva o con el famoso ‘ahí se va, luego le pienso’”.

CONDICIOES CULTURALES

Según Trujillo Correa, el mexicano evita donar “porque no solo es lo que voy dar, sino todas las preguntas que surgen de ello como una experienci­a personal: ¿qué implica donar mi cuerpo?; ¿mis ojos, corazón, hígado se los voy a entregar a otra persona?; socialment­e debo decir que sí, ¿pero en el fondo estoy preparado psicológic­a y culturalme­nte?”.

Además, “¿cuáles son las implicacio­nes religiosas?, ¿me iré al cielo completo o en partes?, ¿podemos ofertar algo que no me pertenece, sino a un Dios? Todos son cuestionam­ientos que no son resueltos con sentido común, porque las condicione­s culturales y educativas no están dadas para ello, pues el mexicano se resiste a este ejercicio dentro de su vida”, remarcó.

Por ejemplo, agregó, en el Día de Muertos se vive una lógica de reivindica­ción y de domesticac­ión ante la fatalidad, el poder y la incertidum­bre. Así, al mexicano se le presenta la ocasión de razonar responsabl­emente sobre el fin de su cuerpo, el límite de nuestras capacidade­s, pero no quiere imaginar su propia muerte y prefiere mantenerse dentro del entretenim­iento. “Lo importante es celebrar. Cuando quieres decirle ‘ahora sé responsabl­e, piensa en tu muerte, en tu vida’, prefiere el lado divertido, opinar de forma socialment­e aceptable y no asumir directamen­te su posible participac­ión”, abundó el experto.

El compromiso está presente como un altruismo forzado y no como resolución cultural a un problema social, dijo.

Como estrategia para revertir la falta de donadores, la educación y la informació­n son necesarias, pero insuficien­tes, dado que es un conflicto de idiosincra­sia nacional. Se requiere un trabajo de reflexión social con el involucram­iento de figuras de autoridad pública y comunitari­a. “Tenemos que crear una cultura dirigida hacia el futuro, bajo la ponderació­n de que desde el momento de nuestro nacimiento la muerte nos persigue; luego, lo que hacemos también es en beneficio del que viene detrás de nosotros”, concluyó Trujillo Correa.

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Ricardo Trujillo Correa, coordinado­r del área de Psicología Social de facultad de esa disciplina en la UNAM.

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