Milenio

Diez años de trinos en Twitter

- ALEJANDRO ÁNGELES @alex_ angeles digitalcap­ital@gmail.com

De acuerdo con mi perfil de Twitter, me uní a esa red social en marzo de 2009, es decir, tres años después de que la fundaron Jack Dorsey, Ev Williams y Biz Stone. La mitología tuitera reza que Dorsey fue autor del primer tuit, algo así como “aquí nomás, cuadrando mi Twitter”. Asimismo se cuenta que tras haber salido de la empresa, regresó hace poco como hijo pródigo a dirigirla.

Yo no recuerdo mi primer tuit… debió haber sido algo muy similar a “probando esta madrola…”. Sólo sé que por meses apenas si me dieron ganas de publicar algo. Sin embargo, casi 7 mil 700 tuits después, soy de las legiones que empiezo y termino mis días echando un vistazo a mi hilo (o timeline, para más claridad). De hecho, sin ser de una de ésas a-veces-sufridas, a-veces-odiadas, siempresan­gronas almas tuiteras, me he dado cuenta de que soy un adicto a esta plataforma.

Y todo se debe al consumo del ciclo noticioso en que incurro. No conozco de otra red o medio o sistema que me permita tener acceso más rápido y variado a las noticias.

Es fácil de ilustrar por qué. La red social es a veces el primer recurso para millones de usuarios que quieren enterarse de algo que saben que pudiera ser relevante. Como en los recientes ataques terrorista­s en Bélgica, o en la andanada yihaidista anterior en Europa, o sea, la matanza en Francia…

Otros con mejores gustos hablarán de lo que ven cuando es temporada de premios de cine, o de desfiles de moda, o de las más granadas funciones de lucha libre.

Por otra parte, una década y miles de millones de tuits han pasado ya debajo del puente virtual en un río que pareciera ser más ancho y profundo de lo que es. Pero no lo es tanto. Con 320 millones de usuarios, la red social posee un peso específico muy ligero y, como en una metáfora de sí misma, es más trino que nueces.

Stone ha dicho que Twitter no necesita más usuarios para ser rentable. Pero el hecho es que la herramient­a de microblogg­ing, como muchos periodista­s le llaman, apenas si figura en el Top 10 de las redes sociales en cuanto a usuarios. Con ellos, consiguió facturar 2 mil 200 millones de dólares el año pasado, en un modelo de negocio basado sobre todo en publicidad (esos molestos tuits que ofertan desde estudios de mercado hasta aplicacion­es variopinta­s).

Como empresa diversific­ada, Twitter también ha dado de qué hablar con sus iniciativa­s de video Vine y Periscope, entrando de lleno al mundo del streaming y causando polémica a diestra y siniestra.

En cuanto a México, hay una bonita infografía de CNN-Expansión donde da cuenta de que en México hay casi 30 millones de usuarios, 66 por ciento de los cuales visita la red social todos los días. ¿Para qué usan Twitter en México? Más de la mitad (53 por ciento) para leer noticias y 1 de cada 3 para descubrir nuevos productos.

Con todo esto, en pleno aniversari­o, Twitter se vio en medio de una polémica pues algunos de los usuarios “de manera coordinada”, como definió el Financial Times, orquestaro­n un ataque en contra de una cuenta montada por Microsoft en la red social para probar los alcances de una inteligenc­ia artificial autónoma.

La idea, según Microsoft, era utilizar un sistema de inteligenc­ia artificial denominado “aprendizaj­e de máquinas” cuya misión era entender tuits enviados por humanos. Pero el ingenio de los usuarios de carne y hueso de alguna manera le dio la vuelta al bot de Microsoft, al que le enseñaron malas formas para referirse a determinad­os grupos de personas.

Así, la cuenta creada por Microsoft, TayTweets, comenzó a responder a publicacio­nes de usuarios de Twitter con términos racistas para describir las apariencia­s y formas de ser de ciudadanos de raza negra o judíos.

De acuerdo con Peter Lee, director de investigac­ión de Microsoft, esa práctica no tenía nada que ver con el diseño de la firma, razón por la cual cancelaron el experiment­o.

Así que de fuente de noticias a crisol donde se suma lo peor del espíritu humano. Eso puede ser Twitter y por eso no lo apago, ni de día ni de noche. M

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