Una ojeada al CheGuevara y sus okupas
“Estamos contra la universidad solo para los universitarios”: ElJarcor
La vigilancia andaba con su tranquilidad de siempre, el alumnado paseaba, algunos con los pasos veloces de quien tiene un examen y otros con la calma envidiable de quien se siente seguro con la tarea resuelta en la mochila. Unos más, ajenos a la matrícula académica, perdidos y preguntando: “¿Sabe dónde queda esto?”, “¿no sabe cómo llegar a aquello?”. Era, en sí, un día promedio. Ya en la Facultad de Filosofía y Letras, apenas entrando, uno puede encontrarse con señales que advierten que el movimiento Okupa (el cual surgió en España en la década de los 60 y cuyo objetivo es ocupar espacios abandonados para realizar actividades culturales y políticas) está presente.
A lo lejos se escucha música punk, los puestos de comida son veganos, hay propaganda de los talleres culturales correspondientes a la ideología del movimiento, foros al aire libre y muchos carteles con la leyenda “¡Libertad a Jorge Emilio Esquivel Yorch!” pegados a las paredes y a los árboles.
Corren perros por doquier y finalmente, pero no menos importante, se percibe un olor fuerte a mariguana. Esto, en primera instancia, es una señal en sí.
El Jarcor, un okupa de aproximadamente 24 años, mueve las manos de arriba hacia abajo y habla con un tono elevado, como de alguien que está atrapado a medio vagón del Metro y quiere salir del cúmulo de gente, y nos suelta:
“¿Te da asco que no me bañe? Pues a mí me da asco tu perfume de químicos; ¿tú crees que puede un tipo andar vendiendo drogas dentro de una universidad por años y que no le pase nada? Si tienen tratos con los mismos de la universidad, con los de vigilancia.
“Aquí sí hay gente externa, hay estudiantes y no estudiantes, pero nosotros estamos contra la universidad para los universitarios; la universidad, se supone, es un espacio para todos, para acercar a la sociedad; ofrecemos comida vegetariana, vendemos fanzines, no creemos en la monogamia o en el matrimonio”.
Después de algunas frases hechas y de una cátedra intensa de materialismo dialéctico que duró 10 minutos, mi compañero le pregunta si podemos pasar a ver el interior de lo que utilizan como recámaras en el auditorio Justo Sierra, rebautizado como Che Guevara, pero no accede.
El lugar, si bien no está patas arriba, tampoco se puede decir que es el Caesars Palace de los auditorios. Está relativamente en buen estado, los pasillos están limpios y la madera conservada; sin embargo, hay algo que no corresponde a la arquitectura original. Son grafitis de alguna mano amateur que exigen “justicia y libertad para Yorch”.
Se refieren a Jorge Emilio Esquivel Muñoz, alias El Yorch, miembro de los okupas en el Che, detenido a finales de febrero en posesión de droga en los alrededores de Ciudad Universitaria, y quien fue liberado tras pagar una fianza de 8 mil 725 pesos. La aprehensión provocó hechos de violencia y la inconformidad del rector, Enrique Graue.
Regresando al auditorio, está carcomido de la pared, adornado con fanzines, las lámparas desaparecieron y ahora hay focos led, los cuales colocaron los ocupantes pues, según la versión de El Jarcor, la policía se llevó las lámparas, rompió las tuberías e hizo hoyos con taladros industriales para que este edificio se cayera en 2009.
Ya adentro, El Jarcor responde ante la acusación de que los okupas son herméticos: “Dicen que nosotros somos herméticos y quieren venir a ver qué hacemos aquí, pero, a ver, ¿tú has entrado a Rectoría o a algún edificio de gobierno? Dicen que nosotros aquí nos drogamos y tenemos sexo, seguro ellos hacen lo mismo. Somos herméticos porque las personas que se acercan no vienen porque les interese, sino por morbo; no vienen a platicar, sino a cuestionarnos. Han venido estudiantes con su pluma y su libretita anotando y anotando. Yo no quiero hablar con robots, sino con personas”. “¿Son violentos?”, le preguntamos. “Se dice que somos violentos y me parece hipócrita, porque, dime, ¿que haya gente sin techo o sin nada que comer no te parece una forma de violencia?, o cuando ocurre un asesinato, no sé, por ejemplo, un tipo que mata a cuchilladas a su novia y luego al otro día salen las fotos en el periódico con la chica destazada. ¿No es eso violencia?
“Pero solo a nosotros nos cuestionan, es hipócrita. No nos metemos con los estudiantes, no les hacemos nada, pero si vienen policías a querernos sacar, pues no me voy a dejar arrestar fácil, me voy a defender. No nos importa nuestra imagen, no tenemos que quedar bien con nadie, cada quien hace lo que quiere y no pretendemos convencer a nadie.
“Aquí tenemos talleres, pero a veces hay más, otras veces menos, y si un día no hay, pues no tenemos que rendir cuentas. Tomamos espacios para devolverlos a las personas, hay trabajo y hay dinero, pero solo lo tienen unos cuantos hijos de personas importantes. Si no perteneces a ellos no tienes oportunidad. Nosotros estamos contra eso, por eso tomamos espacios”, responde.
En los pasillos de la facultad abordamos a una profesora de posgrado en Letras, la cual manejó un discurso que apoya la existencia de este espacio; consideró que “tendría que ser tomado por alumnos y para alumnos”, buscar un acuerdo y evitar la entrada del cuerpo policiaco de la Ciudad de México. “La comunidad de esta facultad debe tomar las riendas de este recinto”, dijo.
Por otra parte, una profesora de taller de danza en el Che, egresada de la carrera en Literatura Dramática y Teatro, comentó que lo han ido modificando, que la nueva “administración” no ha ayudado mucho en el mantenimiento del espacio.
Piensa que es un lugar donde se necesita desarrollar distintas actividades, pero no se puede explotar en su totalidad debido a las dificultades que implican que lo estén ocupando. También nos advirtió, cuando empezamos a sacar nuestra cámara, que ahí no dejaban tomar fotos.
“A mí me dejan hacer mi taller de danza árabe y se portan amables, pero si existiera la posibilidad de sacarlos, yo estaría de acuerdo”.
Sobre la intervención de cuerpos de Seguridad Pública para desalojar el auditorio, las opiniones de los estudiantes se dividen. La mayoría está de acuerdo en desocuparlo, pero también hablan de la autonomía universitaria. No hay posiciones claras.
Finalmente, de entre todas las opiniones de académicos, alumnos y okupas, hay dos certezas sobre el llamado Che Guevara: la primera, que es un foro y a la vez una especie de vivienda urbana, albergue de ideologías y de ideólogos.
Funge, dentro de estos términos, como una guarida salvaje, sin ley, pero con una “pluralidad”, como le dicen sus habitantes, donde uno encuentra desde estudiantes que se les infla el pecho al decir okupa (que son pocos), hasta aquellos ajenos a la institución, a los que la palabra sistema les sienta mal (que son la mayoría de los que yacen ahí).
La segunda es el estado en el que se encuentra, al menos en los lugares permitidos para que atisben los externos al movimiento. La parte de abajo del auditorio tiene un comedor popular vegano, se venden fanzines, los pasillos son algo parecido a un mercado artesanal, con sus librerías, chucherías y mercancía variada.
La parte de hasta arriba, donde uno no puede pasar, son los dormitorios; el interior del auditorio está en buen estado, pero, como muchas cosas en esta vida, es cuestión de perspectiva. Como esa de que por ahí no pasa nadie de vigilancia.
Ya lo dijo El Jarcor: “Hoy tuve humor para contarles esto, pero igual mañana no”. m