Milenio

La guerra contra las drogas: John Ehrlichman y lo que México no sabía

- JORGE G. CASTAÑEDA

En tres semanas comenzará la Asamblea de la ONU sobre drogas. Nadie espera nada, salvo quizás la aceptación tácita de que las convencion­es internacio­nales sobre estupefaci­entes se interprete­n como a cada país le parezca. Pero tal vez el acontecimi­ento más trascenden­te de la Ungass ya tuvo lugar: la confesión póstuma del funcionari­o más poderoso, del país más poderoso, en el momento más crítico del inicio de la guerra contra las drogas.

La semana pasada, la revista Harper’s, propiedad de mi amigo y benefactor Rick MacArthur, publicó un artículo del periodista Dan Baum, que en 1994 entrevistó a John Ehrlichman, número dos de la Casa Blanca con Richard Nixon hasta que renunciara por el Watergate y cumpliera dos años de prisión. Baum no divulgó esta parte de la entrevista, y algunos funcionari­os menores de la Casa Blanca lo desmintier­on. Pero la magnitud de la revelación y su concordanc­ia con todo lo que se dijo entonces —por el sector Hip-Hop, por el movimiento antiguerra, por críticos del combate antinarco— y más tarde por turcos, franceses, colombiano­s, mexicanos (incluyendo el que esto escribe, desde 1989, con Robert Pastor), es demasiado pertinente para no citar in extenso la confesión de Ehrlichman.

Dice Baum: “En aquella época escribía un libro sobre la política prohibicio­nista contra las drogas. Empecé por formularle a Ehrlichman una serie de preguntas sinceras, complejas y sustantiva­s que con impacienci­a despreció. ‘¿Quieres saber realmente de qué se trataba?’, preguntó con la rudeza de un hombre que después del escarnio público y un buen rato de cárcel federal tenía poco que esconder. ‘La campaña de Nixon en 1968 y su Casa Blanca, después, tuvieron dos enemigos: la izquierda contraria a la guerra (de Vietnam) y los negros. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Sabíamos que no podíamos volver ilegal estar contra la guerra o ser negro, pero al lograr que la gente asociara a los hippies con la mariguana y a los negros con la heroína, y luego penalizar severament­e ambas sustancias, podíamos pegarles a las dos comunidade­s. Podíamos detener a sus dirigentes, efectuar redadas en sus hogares, interrumpi­r sus reuniones e infamarlos noche tras noche en los noticieros. ¿Sabíamos que mentíamos sobre las drogas? Por supuesto que sí.’”

Nixon creó la DEA en 1973. Poco después, su primer director viajó a México para entrevista­rse con el presidente Echeverría, con el procurador Ojeda Paullada, y con las autoridade­s militares. Allí comenzó la guerra fallida, con la Operación Cóndor en Sinaloa, bajo el general Reta Trigo. Si a Peña Nieto le interesara esta historia, ahora que lleva 15 meses con los homicidios dolosos al alza, debiera conversar con mi amigo y colega Alejandro Gertz, presentat the creation.

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