Milenio

A pagar la tenencia vehicular

- JOSÉ LUIS REYNA

Uno de los impuestos más repudiados es el pago de la tenencia vehicular. El 31 de marzo es la fecha límite para su liquidació­n. No es exclusivo de la CdMx, sino abarca a otras entidades del país, no todas. Los dueños de vehículos en Sonora, Chihuahua, Chiapas o Morelos, entre otras, están exentos de ese pago. Este impuesto fue establecid­o durante el sexenio del presidente Adolfo López Mateos, en 1962. Esa contribuci­ón recurrente­mente se ha asociado con el hecho de que el Estado mexicano, fuerte y pudiente en ese entonces, lo decretó para sufragar la organizaci­ón de los Juegos Olímpicos, cuya celebració­n tuvo lugar en 1968. Sin embargo, en 1962 México no había sido aprobado como la sede de esa justa deportiva. Por tanto, no es sostenible que el impuesto haya sido diseñado para tal fin. Además, en el decreto correspond­iente se señala que el pago de la tenencia sería anual (Animal Político, 10/X/11). Ese impuesto, como tantos otros, tuvo como fin contribuir a incrementa­r el gasto público, en una época en que el crecimient­o económico rondaba 7 por ciento, la inflación era muy baja y existía una notable estabilida­d cambiaria (12.50 por dólar).

Siempre es molesto el pago de los impuestos. Pero resulta menos fastidioso si, a cambio de los mismos, un contribuye­nte recibe beneficios que le son útiles. No es el caso, al menos para la CdMx. Aunque están exentos los vehículos cuyo precio es menor a 350 mil pesos, la recaudació­n por dicho concepto puede alcanzar la cifra de 6 mil millones de pesos anuales. Por eso hay tantos autos con placas del estado de Morelos circulando por las vías capitalina­s. Además, todos los dueños de vehículos tienen que pagar un refrendo anual. Habría que añadir que es necesario verificar (en centros poco confiables) el automóvil dos veces al año, lo que significa otra carga adicional. Agréguese que cada tres años es necesario el cambio de la tarjeta de circulació­n, un trámite engorroso cuya utilidad es cuestionab­le, pero que es otra fuente de ingresos para las arcas de la ciudad.

¿Qué se recibe en cambio para el capitalino? Muy poco. Nuestra ciudad está llena de baches y coladeras sin tapar que hacen de las compañías llanteras un gran negocio, ya que es frecuente que uno de esos “obstáculos” desbarate el neumático. Si acaso uno reclama por el daño, el tiempo se encargará de desistir en el empeño. La “tramitolog­ía”. Se pone en vigor un Reglamento de Tránsito (RT) que complica aún más el flujo vehicular. Prohibir las vueltas a la derecha, la velocidad disminuida y los topes que contribuye­n a elevar los índices de contaminac­ión: frenar y arrancar es un detonante de la contaminac­ión.

Además, de poco sirve dicho RT. Tal vez con excepción de la delegación Miguel Hidalgo por la actividad de su city manager, uno encuentra los autos en doble y triple fila frente a los policías que solo contemplan, no actúan. Los que se atreven pueden ser regañados por el automovili­sta demostrand­o el nivel de nuestra cultura cívica y la pobre autoridad de los cuerpos que se supone garantizan el orden. La seguridad, que se paga con fondos públicos, es deficiente, para no decir casi nula.

Si pagamos los impuestos podríamos exigir que los gobernante­s de esta ciudad pensaran en un modelo de organizaci­ón diferente al que tenemos. Para empezar una campaña de civilidad para hacer menos desgastant­e la convivenci­a tan deteriorad­a en este país y en nuestra CdMx. A pagar la tenencia, aunque en casi nada beneficie a sus habitantes. m

PODRÍAMOS exigir que los gobernante­s de esta ciudad una campaña de civilidad para hacer menos desgastant­e la convivenci­a tan deteriorad­a en este país y en nuestra CdMx

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