Milenio

Una estampa cubana: de lo clandestin­o a los Stones…

- JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA

En sus casas, envueltos meticulosa­mente en papel, guardaban los acetatos de los Rolling Stones y otras bandas como Led Zeppelin o Pink Floyd. No fuera a ser que se presentara un cateo de los servicios de seguridad. O de miembros de un CDR, de un Comité de Defensa de la Revolución, alertados por algún vecino soplón”.

“Eso cuentan algunos cubanos de 50 y 60 años. Y lo confirman jóvenes veinteañer­os que vieron hacerlo a sus padres: los discos de esas bandas de rock prohibidas por el Estado eran envueltos con hojas del periódico Granma, la voz del sistema cubano. O con las hojas de Juventud Rebelde, el órgano periodísti­co de las juventudes comunistas”.

A mí me lo contaron primero mi estimado Manuel Juan Somoza, que es nuestro correspons­al en La Habana, y su esposa Vivian, también periodista que publicó la anécdota de sus entrevista­s antes de que yo la tecleara en una croniquita impresa el sábado pasado, tal como lo repito ahora en este espacio.

Los cubanos amantes del rock envolvían una y otra vez sus discos luego de tocarlos a escondidas, clandestin­amente. Los trataban con tal sigilo como si fueran cartuchos de dinamita, decía Vivian. No había una legislació­n específica que los proscribie­ra, pero todos sabían que era música del enemigo, música del infernal imperio.

Así era la vida hasta hace no mucho en la isla, vestigios de la larga guerra fría en su capítulo Estados Unidos-Cuba. Y ahora, ahora en sus brazos, en sus mejillas, donde antes se tatuaban a Fidel (redactaba yo el sábado), hoy se pintan con tinta roja la lengua de los Rolling Stones. O deforman una foto del Che Guevara y la convierten en una... de Mick Jagger. O arriba de una foto de Marx, ponen esa misma lengua de los Rolling. Desmitific­an a sus antiguos héroes y nadie los reprende.

Escribía durante el concierto de la banda en La Habana el viernes pasado: “Aquí están los hijos, nietos y bisnietos de la Revolución, escuchando a los ingleses”.

Mick Jagger lo sintetizó en español, entre una rola y otra, cuando dijo:

—Sabemos que antes era difícil escuchar nuestra música en Cuba. Pero ahora aquí estamos roqueando. Los tiempos están cambiando...

Sí. Y mucho, pero al mismo tiempo políticame­nte ha cambiado… nada. Ni cambiará en el corto plazo. El sistema sigue siendo el de un partido de Estado. La libertad de prensa no existe: los dos medios escritos existentes son órganos del Estado. La televisión y la radio, lo mismo. No habrá opciones políticas de ningún tipo distintas a las del Partido Comunista. Los opositores no tienen ninguna fuerza real y no pueden dar una lista concreta de presos políticos. “Son decenas”, dicen, pero no los enlistan.

Lo que quieren los cubanos, todos los que me he topado durante cinco o seis viajes, es dinero. Vivir mejor. Trabajo bien remunerado. Punto. Digamos lo que digamos sobre las antiguas mazmorras castristas donde, antes, ahí sí fusilaban… m

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