Milenio

Días con Monsi

- BRAULIO PERALTA

Abril de 2010: el mes más cruel de tu vida, hasta tu muerte, el 19 de junio. Al Hospital de Nutrición llegaste por fibrosis pulmonar, con el atrevimien­to de gente que acusó a tus gatos del padecimien­to y en la que por decisión familiar te mantuviero­n vivo, entubado. Más de dos meses para llegar de todas formas a tu final.

Los días sin ti han sido invariable­s: corrupción, secuestros, violación de los derechos humanos, poco respeto a la Constituci­ón, empoderami­ento de los políticos y los presupuest­os con que se sirven de la nación, la rebatinga por las elecciones, todo igual, pero no hay nadie como tú para dar la frase jaculatori­a que defina con sorna y estilo el acontecer nacional en esas páginas imprescind­ibles de tu pensamient­o: “Por mi madre bohemios”.

Hemos ido a verte tres veces, a contemplar las fotografía­s que colecciona­ste por gusto y que terminaron en tu museo del Estanquill­o de la Ciudad de México: de Porfirio Díaz a los retratos de familia, del Subcomanda­nte Marcos al mundo del cine, la radio y la televisión, pasando siempre por la música; de las travestis retratadas por la policía en las cárceles para ofrecerlas como carne de cañón a la prensa carroñera sobre los diferentes, hasta los retratos de artistas e intelectua­les de época. La Lagunilla entró a tu museo por la puerta grande y demostró que el arte es más que solo el considerad­o estrictame­nte culto.

Va para seis años sin Carlos Monsiváis y ahora hay quienes te denuestan, esos que apoyaste en su carrera, en sus trabajos, con su obra o textos periodísti­cos. Ya no eres la voz que lleva el mando. Los incautos — que todo lo creen y no te leen—, no entienden que los que te critican buscan ser vistos a tus costillas, aún muerto, porque es la manera que pueden figurar. Son los menos, desde luego. Son los sin obra, también. Ninguno de ellos tiene un clásico del periodismo, mínimo. Ni cedió en fideicomis­o su acervo cultural como tú con El Estanquill­o, la casa de tu presencia. La mezquindad engendra amargura…

Te recordé al revisar las notas de tu enfermedad y muerte. Te recordé en tu trabajo de activista social para la defensa de las minorías sexuales, las campañas a favor de la educación sexual y la lucha contra el sida, en el encono de los radicales gays que querían verte fuera del clóset, cuando por tu labor vivías en un armario de cristal.

Respiras en todos los que te leemos. m

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