Las dos realidades de la selección nacional
En este momento en el que el elogio a Juan Carlos Osorio se ha unificado, a nadie debería lastimar el que se puntualicen las dos realidades que vive la selección mexicana de futbol que entrena este hombre originario de Colombia. 1. Es evidente que los métodos y procedimientos que ha implementado este director técnico han caído bien en sus dirigidos. Aunque a veces le da por utilizar un lenguaje rebuscado cuando explica a los medios su trabajo, en la cancha el equipo mexicano juega de forma muy sencilla, atendiendo los principios básicos y clásicos del juego: ataque por las bandas, y si se puede llegar hasta la línea de fondo, mejor. Defensa en zona, con línea de cuatro, pero con una contención que puede reforzar a los centrales. Achique de espacio, buena distribución del balón, con pases cortos pero también largos cuando la ocasión lo exige. Pero, sobre todo, una gran disposición y entrega de todos sobre el terreno de juego. No se deja de correr, de marcar y desmarcarse.
Osorio, además, ha tenido un intachable comportamiento con los medios. Atiende cuanta solicitud de entrevista le realizan los medios más fuertes o establecidos y siempre se muestra entre didáctico y amable, caballeroso inclusive.
2. Los cuatro rivales a los que le ha tocado enfrentar, tres de ellos de la zona de Concacaf en partidos oficiales, han sido extremadamente débiles. La peor versión en muchos años, por ejemplo, de los hondureños, a los que se les ganó 2-0 en su inexpugnable cancha en San Pedro Sula. Como el que enfrentarán mañana en el Estadio Azteca, otra vez contra Canadá, será un partido también fácil, habrá que esperar hasta la Copa América del Centenario, en junio próximo (ese partido contra los uruguayos), para ver si realmente se camina hacia donde todos queremos, un equipo que pueda ganar este torneo continental y avanzar en el Mundial de Rusia 2018 más allá del quinto partido. Yo me guardaría unas semanas más los elogios, pero entiendo al que ya se sienta gratamente sorprendido por un entrenador que gana los partidos que sus antecesores inmediatos no podían ganar.