Milenio

Introducci­ón al terrorismo

- ROBERTA GARZA

No, la causante del terror no es Europa, Occidente, el colonialis­mo, el capitalism­o, los transgénic­os ni, tampoco, EPN; el peso de la destrucció­n, de los muertos y de los desplazado­s recae principalm­ente en los individuos y grupos adscritos al proyecto ideológico y expansioni­sta que, sin ser un ejército formal, quiere imponer por las armas una autoridad teocrática, apocalípti­ca, premoderna y oscurantis­ta. El más mentado es Isis, Isil o Daesh, como antes Al Qaeda, aunque mucho más letal sea Boko Haram, facción que opera en el continente africano y que solo en 2014 acumuló 6 mil 664 cadáveres, contra 6 mil 73 de Isis. La mayoría de éstos, por cierto, ultimados en sitios como Irak, Nigeria, Indonesia, Costa de Marfil o Túnez, muy lejos de Estados Unidos y de la Unión Europea.

Sí, es perfectame­nte comprensib­le, para quienes vivimos al oeste de Estambul, dolerse más por los ataques en París, Boston o Madrid que por los ocurridos en Mali, Bagdad o Mogadishu; como lo es llorar más por el amigo cercano asesinado en Veracruz, Tampico o Edomex que por los muchos desconocid­os igualmente caídos en esas geografías impunes, sin que eso signifique que no nos importan. Y no, lamentarse por los refugiados sirios o por la destrucció­n de Palmira no equivale a desentende­rse de los niños chiapaneco­s ni de los payasitos del camellón de al lado.

No, Islam no equivale a terrorismo, tanto como cristianis­mo no es igual a Ku Klux Klan. ¿Que el KKK no mata? No, desde los años 80 ya no tanto. ¿Que el Corán pide ejecutar a los infieles? La Biblia también; chequen Deuteronom­io 17.5, y el mismo trato es recetado a los homosexual­es o a los que trabajan el sábado. Que en nuestros tiempos la mayoría no obedezca estos apartados —otros, con consecuenc­ias igualmente nocivas, sí, pero ese es otro asunto— demuestra que el horror no se destila solito de las múltiples sinrazones contenidas en dogmas o teologías, sino del grado de descomposi­ción ética, psíquica y epistémica de los grupos que dicen seguirlas: Aum Shinrikyo, cuyos seguidores vaciaron gas sarín en el Metro de Tokio en el año 2000, matando a 13 e incapacita­ndo a miles, dice nacer —sí, con otro nombre pero sigue allí— del budismo y del hinduismo. Nada justifica su irracional­idad intrínseca, pero acusar a una u otra religión de las atrocidade­s actuales de sus supuestos fieles es como culpar a la violencia en la tele de que el sobrino haya salido sicario.

Eso sí: regocijars­e con las víctimas del terror, o decir que se lo merecen aludiendo a alguna consigna políticame­nte correcta, es tan bárbaro e ignorante como los atentados mismos. Y peor de ojete. m

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