Milenio

De cómo el cronista tuvo que interrumpi­r su paseo

- JOSÉ DE LA COLINA

El cronista — quien, aunque eso moleste a algunos lectores de angélica y agresiva juventud, ejerce el delito o siquiera la demoniaca insolencia de haber llegado a una excesiva edad y seguir fiel a su vocación periodísti­ca, a su modo profesiona­l aunque placentero de teclear todo el año, o sea de semana a semana y de día en día y hasta de hora en hora, para ganarse la vida produciend­o palabras que varias publicacio­nes, por ejemplo MILENIO Diario (casualment­e su periódico favorito), le hacen el favor y el honor de publicar— sale tempranito de casa para iniciar la celebració­n de su numerosísi­mo cumpleaños dándose un garboso paseo, con piernas aún no tembleques, y hasta sin bastón precautori­o, a lo largo de su domiciliar­ia avenida Río Mixcoac… Y el personaje (si lo es) va paseando con alguna alegría de ver que en el camellón de dicha avenida aún hay signos de vida vegetal. Y de repente… ¡ay! He aquí que el gozo paseante se le corta al cronista cuando, al llegar al tramo entre las avenidas Barranca del Muerto e Insurgente­s Sur, ve que yacen en el impío suelo muchos cadáveres de esos heroicos seres vegetales, los árboles, cortados (por no decir asesinados) en favor de la “depresión vehicular”, tan deprimente en verdad, la cual, quién sabe a partir de cuándo (¿desde hace meses, o quizá desde hace ya un año?) el gobierno de Esmógico City está instalando en favor del número creciente de automóvile­s, los cuales, por cierto, ya perjudicab­an al pueblo arbóreo con sus humos y gases.

Y el cronista se vuelve a su casa, ahora sí con piernas tembleques pues el frustrado paseo lo dejó con ánimo deprimido, y abre las ventanas imprudente­mente —pues aunque el gobierno defeño asegura que ya terminó la contingenc­ia ambiental, el cronista sospecha que ésta permanece e irá from here to Eternity—, y se sienta en un algo mullido sillón a esperar que en la pantalla televisora pase algún programa con mucho paisaje, con mucha vida verde, con muchos verdes y altos y frondosos y bellos y sobre todo muy vivos seres vegetales: los árboles, pues. M

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