Con título y sin trabajo
Pésimas noticias las que arrojó la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi. A finales de 2015, 42 por ciento de los desempleados en el país eran profesionistas. Este porcentaje es el más alto desde que se empezó a medir en 2005.
Una carrera debe servir de garantía para una mejor vida. Debe funcionar como un seguro contra el desempleo y un trampolín de movilidad social. Que no sea así puede desencadenar una serie de problemas. Si los jóvenes perciben que un título universitario no es tan atractivo, entonces se reducen sus incentivos de obtenerlo. En una economía del conocimiento como en la que vivimos, lo último que necesita nuestro país es una fuerza laboral menos educada.
¿Qué está pasando? ¿Por qué cerca de la mitad de los desempleados son profesionistas? Puede haber muchas explicaciones. La primera tiene que ver con la demanda de egresados de universidades. Con cada vez más jóvenes con carrera, es posible que la capacidad del mercado laboral de asimilarlos esté limitada. Bajo este argumento, los empleos que genera la economía mexicana se concentran en personas con baja preparación académica y la demanda por egresados de educación superior es baja. A mí me cuesta trabajo creer esta hipótesis. Lo que requiere un país cada vez más industrializado como México es una fuerza laboral más preparada, no menos.
Más bien, lo que puede estar pasando es un problema de oferta, en el que muchos de los profesionistas que están formando nuestras universidades no tienen la preparación necesaria para colocarse en el mercado laboral. Desde esta perspectiva, el problema es uno de falta de conocimiento y habilidades, no de falta de oportunidades de trabajo.
Existen otras posibilidades. Los jóvenes pueden estar escogiendo carreras con escasas perspectivas laborales. Los titulados pueden ser más exigentes a la hora de escoger una chamba y prefieren esperar antes de aceptar un trabajo mal remunerado.
Lo cierto es que pueden ser varios los factores que explican la alta participación de profesionistas en el desempleo. Pero que no quepa duda: en la gran mayoría de los casos estudiar una carrera hace sentido. Según un análisis del CEEY, institución en la que colaboro, un mexicano con carrera puede esperar ganar en promedio 60 por ciento más que uno con preparatoria y el doble que uno con secundaria.
Como lo demuestran los datos del Inegi, ser profesionista no es garantía de éxito laboral. Sin embargo, los jóvenes tienen que guiarse por las probabilidades. Y en este sentido los argumentos para ir a la universidad siguen siendo avasalladores. m