Cerrar fábricas en EU alienta el populismo
La planta de altos hornos de Carrier, en Indianápolis, es un ejemplo del creciente proceso para trasladar trabajos a países como México, donde los costos son menores
Cuando Julie Meadows habla sobre el inminente cierre de su lugar de trabajo, la planta de altos hornos de Carrier, a las orillas de Indianápolis, su ira pasa a otro sentimiento más fuerte: el temor.
Meadows, de 40 años, quien labora desde hace 12 años en la planta, es uno de los mil 400 empleados a los que les dijeron el 10 de febrero pasado que en los próximos años el trabajo de la fábrica se mudaría gradualmente a Monterrey, México. El cierre final se dará en 2019.
La decisión llegó a simbolizar la difícil situación de las fábricas de Estados Unidos desde que un trabajador publicó un cautivador video en YouTube donde se muestra a un gerente cuando les informa la decisión a los trabajadores, quienes reaccionan con furia.
La decisión forma parte de una serie que tomaron las grandes empresas estadunidenses en los últimos años para cambiar los puestos de trabajo a lugares de bajo costo, en particular México, para aprovechar los niveles de salarios más bajos.
Donald Trump, el puntero para la candidatura presidencial del Partido Republicano, aprovecha la difícil situación de los trabajadores de Carrier como un elemento básico de su discurso de campaña, donde promete revertir la decisión en esa empresa al imponer fuertes aranceles a las importaciones procedentes de México.
Indiana realizará elecciones primarias el 3 de mayo, pero las preocupaciones de Meadows son más inmediatas. Sentada en la sede de Local 1999 de United Steelworkers, la rama del sindicato de los trabajadores, dice que espera que cinco o seis colegas pierdan sus casas después de que cierre la planta de altos hornos.
Cualquier trabajo que puedan encontrar probablemente pague hasta menos de la mitad del sueldo que muchos reciben de 20 dólares Número de empleos que suprimirá la empresa Carrier este año antes de trasladar a México sus actividades. Sueldo por hora que tienen en la actualidad los trabajadores de Carrier y que difícilmente tendrán en otra
empresa.
Cifra de desempleo que se registra actualmente en
Indianápolis, uno de los más bajos de Estados
Unidos. la hora en Carrier. De igual manera, estos trabajos probablemente ofrezcan menores prestaciones de salud. “Van a tener que contar con tres o cuatro trabajos para compensar lo que ganan en Carrier”, dice Meadows. “Me preocupan las madres solteras, los padres solteros, los que están enfermos y que necesitan sus medicamentos que van a perder”.
El temor y la inseguridad que acechan a Meadows y a otros en el salón de Local 1999 ayuda a explicar la ola de ira popular entre la clase trabajadora, especialmente las personas que pertenecen a la clase obrera blanca, que marca las elecciones presidenciales.
La condición relativamente saludable de la economía de Indianápolis —tiene una tasa de desempleo de solo 4.6 por ciento— ofrece poco consuelo, ya que los sueldos están estancados o van en descenso. “El candidato autodenominado socialista-demócrata, Bernie Sanders, que está a la izquierda, y Trump, que está a la derecha, aprovechan el fuerte descontento que hay entre la clase trabajadora”, dice Clyde Prestowitz, presidente del Instituto de Estrategia Económica, un centro de análisis con sede en Washington.
Los políticos populistas se destacan de la corriente principal política de EU con la promesa de ayudar a revertir la tendencia de las subcontrataciones.
Carol Rogers, directora adjunta del Centro de Investigación de Negocios de la Universidad de Indiana, cree, al igual que muchos otros académicos de economía, que la única opción realista es captar nuevas inversiones para sustituir los empleos que se pierden. “Son eventos que seguirán ocurriendo, no solo en Indianápolis o en EU, sino en todos lados”, dice Rogers acerca de la decisión de Carrier.
United Technologies (UTC), la matriz de Carrier, indicó que tiene planes de más cierres. El día del inversionista, el 10 de marzo, el director financiero de UTC describió como una “oportunidad” la posibilidad de mover más líneas de producción de la compañía que se encuentran en países de alto costo a los que son de menor costo.
Greg Hayes, director ejecutivo de la compañía, defendió la decisión de Carrier y dijo que es difícil, pero inevitable, mientras señaló que la empresa ofrece financiamiento para obtener licenciaturas y otro tipo de capacitación para los trabajadores. “El hecho es que en los últimos años la cadena de suministros se mudó a México, junto con la mitad de la competencia”, dijo.
Pero el cierre, aparentemente inevitable, ofrece poco consuelo para los que se reúnen en el salón del sindicato. Meadows dice que apoya a Trump incluso desde antes de la decisión del cierre. Chuck Jones, presidente del sindicato local, dice que apoya a Sanders desde hace muchos años.
Trabajadores y funcionarios expresan su asombro de que United Technologies, que registró una ganancia neta de 7 mil 610 millones de dólares sobre ventas de 56 mil 100 millones de dólares para 2015, cierre la planta que comprobó ser la más rentable. “No parece una medida realmente apropiada”, comenta entre los trabajadores Daniel Byrd, representante sindical senior. “Destruyen la vida de la gente en su intento por ganar unos dólares más”.
Los ejecutivos de United Technologies y de otras grandes compañías sienten la obligación de buscar eficiencias mucho mayores para eliminar el riesgo de que los inversores activistas o sus rivales se deshagan de ellos y pongan sustitutos más duros.
Las presiones sobre la dirección de United Technologies se volvieron claras unos días después del anuncio de cierre de Carrier, cuando Honeywell, un rival en el sector industrial, anunció que daba marcha atrás a una adquisición de UTC por 90 mil millones de dólares. Dave Cote, presidente ejecutivo de Honeywell, llamó a las operaciones de United Technologies como “activos con falta de administración”.
En el sindicato pocos se inclinan a ver esos temas desde el punto de vista de los jefes. Jones se enoja ante la idea de que pudiera sentir compresión por el predicamento que enfrenta Hayes y otros altos ejecutivos. “Simplemente está mal”, dice.