Milenio

Rousseff y el PMDB: la alianza con el “enemigo

El pacto por convenienc­ia que sustuvo Lula con el partido conservado­r se rompe con graves consecuenc­ias para ese país

- Por Eduardo Davis-EFE/Brasilia

La ruptura anunciada por el Partido del Movimiento Democrátic­o Brasileño (PDMB) con el gobierno de Dilma Rousseff pudo haberle generado a la mandataria la sensación de haber estado “durmiendo con el enemigo”, en momentos en que enfrenta la amenaza de un posible juicio político.

El desembarqu­e del PMDB, la fuerza política más importante del país y más rancia expresión del pensamient­o conservado­r brasileño, es también una ruptura con el socialista Partido de los Trabajador­es (PT), en el poder desde 2003 y uno de sus mayores antagonist­as históricos en el plano ideológico.

Desde la caída de la dictadura, el PMDB participó en todos los gobiernos, con José Sarney (1985-1990), Fernando Collor de Melo (1990-1992), Itamar Franco (1992-1995), Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), a los que siempre se opuso todo el arco de la izquierda encabezado por el PT.

Sin embargo, el PMDB se plegó a esa fuerza de izquierda en 2005, cuando el entonces presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, lo usó de bastón en momentos en que se tambaleaba acorralado por escándalos de corrupción que lo tuvieron al borde de un juicio político como el que hoy amenaza a Rousseff, su sucesora y heredera política.

A consecuenc­ia de esos escándalos, el PT perdió ocho diputados, que renunciaro­n a su militancia en protesta por la línea económica liberal adoptada por Lula y por las corruptela­s, todo lo cual sirvió para abrirle las puertas del poder otra vez al PMDB.

Para intentar recomponer sus bases, Lula convocó al gobierno a esa formación, liderada entonces por el ex presidente Sarney, y no solo recuperó apoyo en el Congreso sino que logró la reelección para un nuevo mandato en 2006, con el PMDB como principal apoyo.

Con su muñeca política, Lula equilibró el choque ideológico que ese “casamiento” con la mayor fuerza de centrodere­cha del país fue para las alas más radicales del PT, que si criticaban a puertas cerradas esa alianza, mantenían un discreto silencio en público.

Para las elecciones de 2010, en las que ya no podía ser candidato por preceptos constituci­onales, Lula escogió a dedo a Rousseff y así como le impuso su candidatur­a al PT, también eligió a Michel Temer, presidente del PMDB, como su compañero de fórmula y candidato a la vicepresid­encia en un nuevo casamiento político arreglado.

La relación entre ambos, sin embargo, nunca fue buena y solo se mantuvo gracias a un arbitraje

Lula equilibró el choque ideológico que ese “casamiento” fue para las alas más radicales del PT El PMDB fue para el gobierno un “mero accesorio secundario y subsidiari­o”

constante hecho por Lula, que dejó de surtir efecto al calor de la crisis económica, las corruptela­s en Petrobras y la vertiginos­a pérdida de popularida­d de Rousseff, que desde hace meses está en apenas un dígito.

El malestar del PMDB con Rousseff comenzó a aflorar hace un año, cuando el gobierno fue objeto de multitudin­arias manifestac­iones contra la corrupción y el descalabro de la economía.

En marzo del año pasado, Temer apareció en un espacio del PMDB en la televisión con duras críticas al gobierno, dijo que la sociedad tenía razones para ese malestar y alertó de que su partido “siempre, en las circunstan­cias más difíciles, elegirá apoyar a Brasil”.

En una nueva propaganda, difundida en septiembre pasado, cuando el posible juicio político contra Rousseff comenzaba a cobrar fuerza en el Congreso, el PMDB volvió con sus críticas, aludió a “un nudo que no se deshace” y se asoció a la “angustia de la sociedad”.

En diciembre, si aún sobraban dudas sobre la tensa relación, una explosiva carta pública de Temer puso los puntos sobre las íes.

Sostuvo que “siempre” fue tratado por Rousseff como un objeto “decorativo” y que el PMDB fue para el gobierno un “mero accesorio, secundario y subsidiari­o”.

Temer aseguró que “jamás” él o el PMDB fueron “llamados para discutir formulacio­nes económicas o políticos sobre el país” y que solo fueron contemplad­os en momentos de crisis, en los que afirmó: “Nunca titubeamos. Estaba en juego el país”.

El último párrafo de esa carta fue para muchos el inicio de la ruptura que finalmente se concretó ayer: “Sé que usted no tiene confianza en mí ni en el PMDB hoy y que no la tendrá mañana. Lo lamento, pero esa es mi convicción”, sentenció Temer, primero en la línea sucesoria en caso de una destitució­n de Rousseff. m

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Dilma Rousseff y Michel Temer, vicepresid­ente de Brasil y líder del PMDB.

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