Futbolista de manual
Ninguna línea adquiere tantos derechos como la del mediocampo, y ningún mediocampista adquiere tantas obligaciones como el mediocentro: la posición más influyente y menos valorada del futbol comercial. Alrededor de estos hombres reservados y metódicos, se construyen los cuadros más progresistas del juego. En esa posición tan diestra como siniestra, pocos especialistas experimentaron cambios tan drásticos como Toni Kroos. Un futbolista mecánico, que en menos de tres años, trabajó para Löw, Guardiola, Ancelotti y Zidane. En muy poco tiempo las órdenes que su cerebro alojó, desarrollaron aplicaciones para el instructivo modernista del juego. Kroos fue la revelación que organizó el ataque alemán rumbo al campeonato del mundo; fue el eje sobre el que se apoyó el “bávaro” Bayern asimilando el delicado estilo del Barça; y fue el mejor exponente del sacrificio que Ancelotti utilizó para suplir la marcha de Di María y Xabi Alonso en la misma temporada. Ahora toca a Zidane, un prodigio de la zona VIP, encontrar la función adecuada para Kroos, un campesino de la pradera. A unos días del complicado clásico Barça-Real Madrid, Kroos volvió al patrón original de su juego infantil: control, planeación, decisión, libertad; y Alemania, sometió a Italia con una crueldad histórica desde la reputada línea que el mediocampista encabezó. Al minuto 89’, cuando el resultado (4-1) había dado media vuelta al mundo encontrando un lugar en Wikipedia, Kroos, abandonaba el campo con la tarea bien hecha: fue, otra vez, el jugador que había querido ser, y no el que los técnicos habían querido que fuera. El ejemplo de Kroos, aún dirigido por los mejores entrenadores, escenifica la importancia del jugador: el futbol es de los futbolistas.