Milenio

El desafío de la (des)igualdad

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Las diferencia­s en el desarrollo mundial no constituye­n ninguna novedad. Las cifras destacan un voluminoso y notable crecimient­o de la economía mundial en las últimas tres décadas: los números se duplicaron en ese periodo. Nada menos. Sin embargo: “la realidad es que la distribuci­ón es enormement­e desigual: entre 1988 y 2011, el 10 por ciento más rico de la población ha acumulado 46 por ciento del incremento total de los ingresos, mientras que 10 por ciento más pobre solo ha recibido 0.6 por ciento” (OXFAM, 2016).

La distribuci­ón del ingreso tal vez es la desigualda­d más notable y evidente, pero no es la única. Esa misma desigualda­d está en estrecha relación e interdepen­dencia con otro tipo de desigualda­des, como la de género, la etnia, el lugar de residencia, el acceso al trabajo, la educación y otras más. La distribuci­ón del ingreso es básicament­e económica, las restantes son predominan­temente sociales y políticas.

Si bien la región latinoamer­icana no presenta los mayores indicadore­s de pobreza extrema y hambre a nivel mundial (ese lugar, nada envidiable, lo ocupan Asia meridional y África subsaharia­na, con alrededor de 80 por ciento del total de personas extremadam­ente pobres en el mundo), sí muestra la mayor desigualda­d. Por la misma razón, algunos de los programas puestos en marcha por diferentes organismos de cooperació­n internacio­nal, se han dirigido principalm­ente a tratar de contener el grave y dramático problema de la desigualda­d social.

En el último decenio, el énfasis de organismos como Naciones Unidas se ha dirigido a la búsqueda de una igualdad de oportunida­des para el desarrollo de capacidade­s y al mismo tiempo en una actualizac­ión sobre la igualdad en la titularida­d de derechos, sobre todo porque los segundos dependen de políticas públicas para la protección del empleo, el desarrollo productivo, el acceso a los servicios educativos, de salud, de seguridad social, entre otros.

En esta misma semana, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) realiza en la Ciudad de México su reunión bienal más importante para discutir centralmen­te el tema de la desigualda­d. La Cepal es un organismo de Naciones Unidas, creado hace casi siete décadas, con la idea de impulsar el desarrollo económico de la región y estrechar lazos económicos entre los países.

En particular, en la reunión que se desarrolla en esta semana, se discutirá y acordará por ministros y expertos el documento “Horizontes 2030: la igualdad en el centro del desarrollo sostenible”, para intentar políticas y alianzas regionales que permitan una mayor igualdad. Es parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estos últimos son los que reemplazar­on a los anteriores Objetivos de Desarrollo del Milenio a partir de este año y que estarán vigentes por los próximos 15 años.

También, previo al encuentro, la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena y el secretario ejecutivo adjunto, Antonio Prado, publicaron el libro El imperativo de la igualdad. Por un desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe (disponible en el sitio electrónic­o de la Cepal).

Un texto que resume y ordena la posición de la Cepal sobre el tema de la igualdad. Una posición que, como se advierte en el prólogo mismo del libro reciente, la expresó parcialmen­te en tres documentos anteriores: La hora de la igualdad (2010), Cambio estructura­l para la igualdad (2012) y Pactos para la igualdad (2014).

Ahora, sintetizan una perspectiv­a sobre el desarrollo. Una que, dicen los autores, “integra las raícesdelp­ensamiento­estructura­lista cepalino con una agenda ligada a la construcci­ón de una sociedad de derechos, así como la agenda de preservaci­ón de la sostenibil­idad ambiental y la emergencia de nuevasinst­itucionali­dadesquepr­omuevan la igualdad y los espacios donde esta se disputa”.

En el terreno de la educación, como distintos estudios han dado evidencia, mejoró el acceso para niños y jóvenes en las últimas décadas en la región. Sin embargo, por una parte, ahora son más notables las diferencia­s de logro entre estudiante­s de diferentes grupos de ingreso económico. Por otra parte, el acceso no mejoró de la misma manera ni en la misma proporción para los estudiante­s de los diferentes grupos de edad ni de los distintos estratos sociales.

Las oportunida­des se reducen conforme más alto es el nivel escolar y también son menores para niños y jóvenes de hogares más desfavorec­idos, todavía más en localidade­s rurales y según el sexo. Las desigualda­des educativas son una piedra atada al cuello. Todo un reto.

Posdata: Me hicieron notar que la semana anterior dije, equivocada­mente, que no estaban los resultados de la convocator­ia a los repositori­os institucio­nales. Sí, ya están publicados. Lo que sigue sin estar es el Repositori­o Nacional.

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