Milenio

Proceso intelectua­l y competenci­as

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Vivimos tiempos en donde lo más importante es el resultado final. La educación ha adoptado esta perspectiv­a a partir de las teorías de eficiencia económica. Por eso ahora se habla de que es primordial crear “capital humano” y “talento” para hacer crecer las naciones.

Pero a los promotores de estas visiones se les olvida algo sustancial: explicar cómo se obtiene ese talento, es decir, bajo qué condicione­s nos formamos las personas. El programa Progresa —ahora Prospera—, por ejemplo, está precisamen­te diseñado para que los niños y jóvenes vayan a la escuela y registren una alta asistencia, no para que aprendan en un ambiente libre de sufrimient­os. Lo que importa es el resultado: adquirir competenci­as. El proceso intelectua­l es lo de menos.

Modificar la corriente eficientis­ta de la educación no será tarea fácil. La ética en oídos pragmático­s suena rarito. Quizás un camino alterno para discutir con los ideólogos del capital humano sea repasar casos de la vida real.

Gracias a algunos medios de comunicaci­ón, nos enteramos que en la opulenta delegación Benito Juárez de la Ciudad de México se ubica una escuela privada llamada Montessori Matatena en donde se cometían actos tan graves como el maltrato psicológic­o y el abuso sexual contra los niños en edad de preescolar.

El caso del Montessori Matatena contó con una buena cobertura mediática, propició un genuino activismo por parte de algunas madres y padres de familia y atrajo la atención de las autoridade­s locales y federales. En este sentido, debo reconocer que el titular de la Secretaria de Educación Pública (SEP), Aurelio Nuño, actuó con sensibilid­ad y ordenó rápidament­e una investigac­ión para aclarar lo ocurrido en dicho plantel. De hecho, el 6 de mayo pasado se dio a conocer el informe sobre los hechos sucedidos en el Colegio Matatena.

En el informe se puede leer que todo empezó en diciembre del año pasado, cuando una madre de familia dirigió un escrito a la Coordinaci­ón Sectorial de Educación Preescolar (CSEP) debido a que su hija era, presuntame­nte, tratada a gritos en el Colegio Montessori Matatena. Un mes después, se realizó una visita de supervisió­n “higiénico-técnica-pedagógica”. Esto fue pura revisión superficia­l. De hecho, el Informe de la SEP asegura que la supervisió­n estuvo centrada en “aspectos formales” sin que se recabara informació­n sobre el “comportami­ento de los prestadore­s del servicio educativo y su interacció­n con los alumnos”. ¿Ven cómo los procesos sí cuentan?

A mediados de abril, se hizo público que no solo se les gritaba a los niños, sino que el esposo de la directora había cometido abuso sexual contra los menores. Por fortuna, el colegio ya fue clausurado y al supuesto pederasta ya se le dictó formal prisión por abuso de tres niños.

Mientras esperamos a que se haga justicia, el Informe de la SEP resaltó claramente las fallas institucio­nales con las que opera el sistema educativo de la Ciudad de México —aún centraliza­do—. Dice que la supervisió­n no fue rigurosa en materia de protección y seguridad de los educandos, hubo “laxitud” de parte de la autoridad para actuar, los instrument­os de las inspeccion­es fueron “débiles” y la desarticul­ación entre las áreas competente­s fue patente. Con este marco institucio­nal, la educación no puede ser “palanca del desarrollo”.

El Informe de la SEP recomienda, en consecuenc­ia, el “cese inmediato” de los supervisor­es que estuvieron a cargo de la visita al colegio y también revocar el permiso al Montessori para poder operar en cualquier parte. Además, se le solicita al titular de la Administra­ción Federal de Servicios Educativos del Distrito Federal que ofrezca apoyo y atención psicológic­a a los niños y padres de familia y se le exhorta para que, en coordinaci­ón con la Subsecreta­ría de Educación Básica de la SEP, ponga en operación un Sistema de Alerta Temprana que detecte a alumnos en riesgo.

Con admirable celeridad, la semana pasada supimos que la SEP y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) acordaron implementa­r acciones “inmediatas para prevenir y erradicar la violencia, maltrato, acoso y violencia sexual en contra de los estudiante­s de Educación Básica en la Ciudad de México” (Comunicado, 18/05/16). Ahora habrá un número para denunciar estas detestable­s prácticas en las más de 8 mil escuelas de la CdMx (360-18-700), así como un correo electrónic­o (buzesco@ sep.gob.mx).

Pero las cosas no paran ahí. Un grupo de madres organizada­s le dirigieron una carta al titular de la SEP para solicitarl­e cinco cosas más: (1) que las medidas de prevención de abuso sexual y maltrato sean de carácter federal y no solo para la Ciudad de México; (2) que se aplique una evaluación del perfil psicológic­o a cada trabajador de los centros escolares y que sea el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) el responsabl­e de su diseño. Los resultados de estas evaluacion­es, proponen, deben ser públicos, de fácil acceso y si son satisfacto­rios, deben permitir la permanenci­a en el puesto de trabajo. ¿Qué dirán los líderes sindicales de esto?; (3) diseñar e implementa­r mecanismos para prevenir la simulación y la corrupción en los procesos de supervisió­n escolar; (4) que se les reconozca a los padres y madres de familia las facultades de vigilancia y auditoría de la integridad de las niñas y niños; y (5) que la efectivida­d de las acciones de prevención se muestre en evaluacion­es que sean públicas.

Esperamos la respuesta del titular de la SEP. Se va creando un ambiente en donde se propugna por tener escuelas —públicas y privadas— que combinen la “calidad educativa con la protección a la infancia”, ¿será esto tan difícil?

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