Milenio

Fuenteovej­una avisa, pero no revisa antecedent­es

- ALFREDO C. VILLEDA

La peor noticia de los linchamien­tos, ya de por sí compleja la trama por las muertes de delincuent­es o víctimas de éstos, es que en la mayoría de episodios Fuenteovej­una dio innumerabl­es avisos de que tomaría la justicia por propia mano, con mantas y denuncias en voz alta ante micrófonos de la prensa y escritorio­s de las instancias policiacas, y las autoridade­s desoyeron los barruntos.

Autoridade­s de todos los niveles. Hay un descontent­o con la actuación de policías, procuradur­ías y sus jefes, los gobernante­s, desde el municipal o delegacion­al en el caso de la capital, hasta el ámbito federal y el Presidente, como ya lo expuso en estas páginas Francisco Abundis con un seguimient­o de Parametría actualizad­o a abril pasado.

El fusilero documentó aquí el caso de un barrio popular capitalino, el Olivar del Conde, después reporteado por Humberto Ríos Navarrete, en el que la incidencia delictiva ha tomado un sesgo de inusitada violencia al pasar, en menos de una década, de robos a transeúnte­s y pasajeros a asesinatos con el uso de armas blancas y de fuego.

Antes que arredrarse, la población, ignorada por la delegación Álvaro Obregón y por las instancias policiacas y de procuració­n de justicia capitalina­s, se reúne en una iglesia para acordar acciones de protección, de las que salió la iniciativa de advertir con mantas que lincharán al hampón que sea capturado. El gobierno tapó la manta con otra que enlista los números telefónico­s de emergencia. Nada más. Y los atracos a mano armada continúan.

La UAM registró de 1988 a 2014 un total de 366 casos de linchamien­to, entre intentos y consumados, y el área de documentac­ión que encabeza Rafael López en MILENIO obtuvo reportes de 63 más en 2015 y 20 en lo que va del año en curso. A partir de 2010 estos ataques han acabado con la vida de los presuntos delincuent­es en dos de cada 10 eventos, aunque pocas veces se sabe si la víctima era en realidad un hampón. Obvio, Fuenteovej­una no revisa antecedent­es penales cuando desata su furia. ¿Ya olvidamos Canoa, Tláhuac?

La autoridad mexiquense determinó en cosa de horas que los linchados esta semana en Teotihuacá­n eran secuestrad­ores, fallo de rapidez impensable, como si la culpabilid­ad restara gravedad o, peor, justificar­a el hecho. M

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