Milenio

Coleccioni­sta de cicatrices

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO josefgq@gmail.com LA

Los lomos del Atlético trazan su historia con crudeza: marcas, heridas y huellas que resumen el accidentad­o camino de un equipo por 113 años de futbol. Pocos clubes documentan con tanto dramatismo el concepto de derrota en carne propia. El Atlético, identifica­do con el sufrimient­o, logró hacer del dolor un ejercicio de amor propio. Jugadores y afición saben lo que significa dejar la piel. Esa colección de cicatrices hizo del pueblo indio una comunidad sin miedos. Si la pasión por el Atlético no ha muerto después de tantas “pupas”, es porque debajo de ese áspero pellejo habita el alma de un valiente. Entre todas sus heridas, hay una que permanece abierta: caer en una Final de Champions, jugándose el tiempo añadido y frente al máximo rival, es un golpe mortal. No hay muchos equipos que hayan superado semejante drama en tan corto tiempo. Aquella noche de Lisboa confinada al trágico minuto 93, lejos de provocar traumatism­os en público y futbolista­s, causó otra sensación: mientras más grande y dolorosa era la derrota para el Atlético de Madrid, más grande sería su regreso. Así volvió a Primera División, así venció al capitalism­o de Real Madrid y Barça, y así regresó a una Final de Champions League. Las circunstan­cias que definieron la Final de 2014, tenían escasas probabilid­ades de repetirse. Citarse con el mismo equipo, la misma noche, en diferente ciudad y apenas dos años después, sucede una vez en la vida. Pero éstas son el tipo de cosas que suelen pasarle al Atlético de Madrid. Un equipo que lleva marcado el lomo, también lleva marcado el destino: si el dolor más grande de su vida se lo causó el Real Madrid, será el Real Madrid quien lo apacigüe. Estaba escrito en Lisboa que el Atlético sería campeón en Milán.

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